miércoles, 28 de septiembre de 2011

ENDO SACHÓ: El empresario


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SOBRE ESTAS LINEAS: Endo Sachó, presidente de Sunwa Corporation quien junto a su hermano Tadao Endo, han convertido una poderosa empresa en una gran familia (compuesta de trabajadores y directivos, totalmente unidos). Los conocí gracias a mi cuñado -Ishizeki, muy amigo de ellos- y un día, cenando con el vicepresidente (Tadao), me preguntó si en España un empresario se medía de igual forma que en Japón: Conforme a cuantos de los que trabajaban para él, le consideraban y querían como a uno más de su familia. Le contesté, que era exactamente igual y que al empresario en España se le valoraba más o menos como a uno de la familia... . Aunque... como "de familia política", porque venían a tenerle el mismo cariño que a las suegras. Se me quedó el pobre mirando muy preocupado, pensando lo malo que era yo con la madre de mi mujer... .
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Quiero comenzar hoy explicando que redacto la presente entrada, no solo en homenaje a la familia Endo, quienes dirigen el Holding Sunwa Co., donde me acogieron y ayudaron con el mayor de los cariños. Sino que mi intención va más allá. Pretendiendo con lo que escribo, que cono todo aquel que tenga una vocación -una ilusión o una meta en la vida-, sus amigos siempre le apoyen y le crean (para que el vocacional siga adelante). Puesto que una de las cosas más importantes para conseguir aquello que uno ilusiona en la vida, es la ayuda de quienes te rodean. De tal manera, seguro estoy de que si he ido consiguiendo lo poco que hallé en mi historial, ello se debe al apoyo que recibí de mi familia española (mis padres, hermanos y tíos biológicos); tanto como de mis parientes japoneses -mis amigos de Japón- y, sobre todo, de mi mujer. Puesto que para lo demás, uno no ha más que tener ilusión y creatividad; para ir encontrando quienes crean en tu persona y te abran las puertas (en unos y otros lugares del Mundo). En mi caso aquello que me apoyó, ayudó y acogió como una tercera familia, ha sido: Sunwa Corporation-.
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Asimismo, antes de empezar explico como en lo que he de exponer, es obligado narrar hechos vividos que conciernen a personas con las que compartí mi infancia y juventud -de los que en este caso, omitiré los nombres y datos con los que pudiera saberse quiénes son-. Pero si alguien se diera por aludido o se sintiera molesto, no comprendiendo por qué he de contar mi vida y experiencias. A aquellos, solo les diré que esto lo redacto y escribo, fundamentalmente para que no hagan con otro, aquello que yo tuve que pasar con ellos (tan solo por su capricho):
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Como dije, era por 1984 cuando poco tiempo atrás había acabado la Mili y cumplía los veintitrés años. Tras quince meses en Sevilla, en los que poco estuve en el cuartel y más me dediqué a tocar la guitarra y a estudiar sobre Tartessos; volver a la facultad de Derecho en la Complutense, era un verdadero aburrimiento. De aquello, que durante las tardes de Mili, se me ocurriera comenzar una "tesina" por prepararme quizás para dar clases de Historia del Derecho. Un "paper", que ni más ni menos lo dediqué a la Protohistoria, deseando especializarme en historia jurídica del druidismo y los orígenes del Derecho en las Islas Británicas. Así lo hice y en abril de este año de 1984 estaba entregado el comienzo del "paper" como trabajo de curso, a mis profesores de Intenacional y al Vicedecano (Puende Egido y P. Martín Blanco). Nada me dijeron sobre aquella y debió de caer en saco roto, donde algún listo la hallaría. Porque un par de años después, me la encontré publicada -casi exacta-, pero firmada por otro y por obra de una de las mejores editoriales de arqueología hispanas... . -todo ello anima mucho a seguir...- .
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Pues bien, en este trance me encontraba cuando la poetisa Carmen Conde me había propuesto a los veintitrés años que musicara sus poemas -y es que entre dedicarse al Derecho y meterse a componer para poetas, la vida no tenía color...-. De mis intenciones por dedicarme a la guitarra e intentar no seguir por el camino del Derecho, di buena cuenta a mis amigos del colegio e infancia -muchos habían entrado conmigo en la Facultad, por lo que me unía a ellos, más de dieciocho años (de los "veinticuatro" que entonces teníamos)-. Tristemente, la respuesta por parte de aquellos fue horrible y me consideraron un loco. Para mí, esa reacción de mis amistades fue una de las experencias más duras que tuve que vivir en la juventud. Puesto que a ninguno les pedía nada, ni les exigía otra cosa más, que comprendieran mi vocación (sobre la mitología y la Historia Antigua, y sobre la música).
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Pero no había manera, tanto que comenzaron a venir por casa a montar todos los lios, a hablar con unos y con otros, y a convertir mi vida en un infierno. Por suerte, mis padres hacían oidos sordos a lo que les oían decir y confiaban en que si a mí algo me gustaba, estaba en mi derecho de hacerlo. Pero aquellos chicos, "erre que erre", un día sí y otro también a meter lios y mal rollo por todo lugar. Y lo más triste de todo, es que entraban en mi casa como Perico por la suya, debido a que la de mis padres fue un poco la de todos nuestros amigos. Porque desde niños a veces allí nos juntábamos los fines de semana, diez o veinte -de los que tres o cuatro, terminaban siempre durmiendo y hasta viviendo en nuestras habitaciones-. Así, con aquella facilidad que les confería la confianza de plantarse en mi familia cuando les placía (porque a todos conocían), aparecían un día sí y otro también a hacer mi vida imposible. Y lo más triste de todo, era que aconsejándome dejar la música, no había sábado o domingo que ellos mismo no fueran a las discotecas a bailarla; tal como no se privaban de los "conciertos" de pop y rock, de aquellos que les gustaban porque entonces tanta fama tenían. Por lo que al parecer, lo malo debió ser dedicarse a la música que no daba dinero; pues seguro estoy que si hubiera montado un grupo de "pop" y tenido algo de éxito, los primeros en ir a bailar y a gritar, hubieran sido aquellos a los que tanto repelús les daba la guitarra.
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BAJO ESTAS LINEAS: Narciso Yepes en su portada de "Cinco siglos de guitarra española". Eran aquellos años ochenta, días felices para la guitarra y la cultura. Con hombres vivos y en activo como Yepes o Segovia, aún se decía "concierto" a aquello que estos genios de la música interpretaban. Hoy, parece ser que "concierto" es algo que puede hacer un chico de veinte años y en un Estadio de Fútbol... . A mí, esto, "me desconcierta"; pero debía ser ya normal desde hace treinta años. Así entiendo que aquellos que me decían como dedicarse a la guitarra clásica era una bobada, luego asistían a estos conciertos de los rockeros (más o menos famosos), aplaudiéndoles a rabiar y pagando miles de pesetas, por ello.
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El colmo fue la actitud que ya tenían los padres de "esos mis amigos de la infancia" en público, pues no había día en que me los encontrase y sus progenitores pronunciaran frente a todos un comentario hiriente. El menos grave podía ser algo como: -"Qué horror, tus padres, tener un hijo que toca la guitarra. ¿No los has pensado?". Otros más divertidos podían llegar a decirte: -"¿No te convertirás en el típico intelectual, progre... Es que es gente horrible esa del intelecto que va de algo?"-. Aunque al día siguiente aquella misma madre de "amigo", te preguntaba por ejemplo, si podías traer a su casa a comer a Carmen Conde (o a Claudio Rodríguez), pues estaba interesadísima en conocerlos... -incomprensible todo-. Lo peor fue cuando comencé a hablar de mi vocación por Tartessos y unir el mundo jurídico con la Protohistoria; lo que ya para quienes estudiaban Derecho solo con fines de ser un alto cargo del funcionariado (o en la empresa), era ya una broma.
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Y es que todo aquello que fuera vocación, era tabú; pareciendo que solo se podía hablar en esos años ochenta: De politica (en unos ambientes), o de dinero (en otros). Pese a ello, hubo entre los "importantes" gente agradable y que siempre venía a animar; recuerdo por ejemplo, el caso de un abogado y amigo que le encantaba mi guitarra y venía a casa a oirla. Se llamaba Aurelio Segovia Mora-Figueroa y siempre me decía: -"Lo del Derecho, ya ves como te puede dejar... Como a mí. Pero la guitarra no la abandones nunca. Sigue con ella y para siempre"-. Trístemente era ese un caso excepcional y casi extraño; al que tanto le gustaba la guitarra porque era un jerezano afincado en Madrid. Por lo demás, en todo cuanto narro, lo más curioso fue que quienes me animaban a seguir en mi mundo, eran personas por encima de los cuarenta años; mientras a los de mi edad (que iban tanto a los recitales de rock y a a las discotecas), eso de la guitarra clásica y flamenca les parecía un atraso.
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Tristemente, cuanto narro me llevó a quedarme casi sin amigos de la infancia, que es algo cercano a perder todos los recuerdos del colegio y quedarte con un tremendo y agrio sabor de boca. Evidentemente no fueron todos, porque alguno existió al que le hacía gracia mi situación; e incluso los hubo quienes la aplaudían -como mi amigo "el caniche"-. Aunque lo peor fue que a quien más le gustaba mi guitarra, de todos los compañeros del colegio (Blas Pérez) lo perdimos. Murió en esos días, tan solo con veinticuatro años, y le compuse una obra llamada "Adiós a un amigo" -que trás veiticinco años está aún sin estrenar-. Pero hablemos de cosas más alegres:
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Como digo, de cuanto recojo y cuento, sobre todo deseo expresar que nada más duro hay en la vida como tener una ilusión y que vengan tus amigos a destrozarla. Por lo que digo a quienes en su fondo sientan la llamada de una profesión, de un arte, o de un mundo interior verdadero; que desde aquí les animo seguirlo sin miedo. Pues por lo que a continuación relato, verán como cuando las cosas se hacen con cariño y esfuerzo, salen siempre bien. Pero eso sí, para quienes elijan el camino vocacional, hay que recomendarles que nunca se guien por el deseo del éxito, ni menos por la intención de hacer dinero. Al igual que nunca se fijen en quienes les recomiendan hacer cosas más útiles; tanto como hagan caso omiso de quienes desean convertir su profesión solo en un negocio (o en un modo de conseguir relevancia social). Puesto que la vocación es absolutamente interior y hay que "cargar" con ella; apechugar con los malos momentos y nunca intentar resolver los problemas por atajos. El camino difícil es el verdadero.
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BAJO ESTAS LINEAS: Andrés Segovia tocando en la Alhambra de Granada hacia 1980 (portada de su disco "Alhambra"). Eran felices "los ochenta" para la cultura, dias en los que aún vivían personajes en nuestro país como Joaquín Rodrigo y decenas de músicos de una categoría inconmensurable. Pese a ello y aunque muchos españoles no lo sepan, la guitarra sigue hoy viviendo un Siglo de Oro en nuestra nación; instrumento que en el extranjero está valorado como uno de los principales. Pudiendo decirse sin miedo a confundirnos, que de los cincuenta primeros guitarristas del Mundo; de seguro treinta, son españoles. Ello supone -si lo comparásemos a un listado de millonarios-, que entre las cincuenta primeras fortunas del Planeta, más de la mitad estarían en España... .
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Al hacer memoria de cuanto antes escribía, me estaba acordando de una de las primeras conversaciones que tuve con mi suegro. El padre de mi mujer, que era simpatiquísimo y al enterarse de que quizás su "niña" se casaba con "uno de nuestras tierras", aprendió español (mucho antes que yo japonés). Inteligente como su hija, en un año y por las tardes -echando unas horitas después del trabajo-, cuando nos dimos cuenta, ya hablaba bastante. Así que se tomó un avión y se presentó en Madrid. Deseaba ver los campos y paisajes más bellos y yo comencé por llevarle a los de Soria. Allí, en medio de la ciudad hispana de Termantia y mientras mirábamos un atardecer maravilloso de los de Castilla; me dijo en "su español" (observando ese horizonte rosazuleo):
-"Lo mejor en la vida es tener mucha boquerón"-.
Me quedé pasmado y sin saber qué me decía aquel hombre, le pregunté: -"¿Boquerón?. ¿Que quieres boquerón?"-.
A lo que respondió: -"Tengo boquerón. Mucha boquerón"-.
Seguía sin dar crédito a lo que oía y le pregunté si "boquerón del bar" (sin apenas entender conversación tan surrealista como se sucedía). Pero pronto me contestó que no era del bar, que su "boquerón" eran: Los paisajes, las plantas y los jardines. Rápidamente me dí cuenta de que hablaba de su trabajo y que se refería a su "vocación", tanto como que en la vida había que ser vocacional. Y así, como él tenía mucha "boquerón" por lo suyo, le encantaba que yo tuviera gran cariño por mi trabajo. Por ello y al ver aquel atardecer en Tiermes, había entendido por qué no podía dejar de imaginar sobre la Historia y el Mundo Antiguo.
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Pero sigamos con nuestra historia, que no es tan antigüa: Puesto que antes de cumplir mis treinta años me casé y allí que me fuí al Japón, con mi guitarrita bajo el brazo. Aunque tristemente eran ya los noventa (1991), cuando comenzaba la crisis en la música. Se producía entonces la llegada al arte del mundo digital, lo que resultó un tema tan duro para los del clásico y de "lo antiguo", como la fotografía lo pudo ser para los retratistas del siglo XIX. No por las grabaciones digitalizadas, sinó por los retoques que sobre ellas podía hacerse, tanto como por las posibiliades de "componer" en ordenador y crear en D.D.D.... . Aquello comenzó a educar a las personas hacia otros sonidos, que es como introducir a la gente en otro tipo sabores. Tuve que vivirlo muy de cerca; tanto que pude observar como en Japón y solo en cinco años, todos se habían familiarizado con los tonos de metal y de plástico del digital.
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-Sí, sí, de plástico digo; no se extrañen. Puesto que hay tanta diferencia entre la calidad "plana y de plástico" del video, y lo analógico del cine. Como entre la música digital retocada y lo analógico acústico. Aunque, como en nuestros días todavía se sabe de cine, nadie realiza una película en video debido a que da estas texturas de plásticos y metales planos. Pese a ello, todos ya estamos acostumbrados a la digitalización en la música, que completamente retocada es como las bellezas de cirujía estética: Perfectamente insípidas y con aspecto de plástico-.
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Por lo demás, debido a la electrónica, el mundo y los instrumentos clásicos entraron en tal crisis, que pasó a segundo plano. Consecuentemente, si en 1991 en cualquier gran almacén de Japón se escuchaba preferentemente y como música de fondo a Mozart, Beethoven, o Bach. En 1995, ya en la gran mayoría de tiendas de Tokio, solo se oía Pop y Rock. Una transformación a la que no dábamos crédito los músicos que vivíamos en Japón y ante la cual el oido de aquellos nippones, fue acostumbrándose a esos insrumentos electrónicos, a las baterías o las estridencias de sus voces. En todo ello, la crisis de la guitarra era de tal magnitud que muy difícil fué poder encontrar clientela o conciertos. Algunos pudimos dar, con mi amigo y compañero Paco de Antequera; pero ya la gente no estaba por la labor de moverse de su casa para escuchar a un tio tocando la guitarra (por muy bien que lo hiciera).
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BAJO ESTAS LINEAS: Mi suegro, en una de sus últimas fotos, pocos años antes de que falleciera. Era un vocacional absoluto, tanto que murió trabajando y solo unos días antes de jubilarse. Su ilusión (de haber podido vivir el retiro) hubiera sido vivir grandes temporadas en España, estudiando sus paisajes, su flora y su botánica. Pasaba horas a solas, investigando sobre plantas y leyendo unos libros de filosofía oriental (taoísmo o budhismo), que no se los saltaba un torero "perseguido por un victorino"... . Algo me intentaba explicar de su sabiduría, pero yo nada entendí de aquello -y es que ser de otra civilización es en ocasiones insalvable-. Pese a todo, él sí pudo comprender que yo a diario tocara horas y horas la guitarra, sin que nadie me contratara ni en ningún sitio me escucharan. Gracias a su comprensión por mi vocación y a la de mi mujer, pude seguir adelante con esta profesión que necesita al menos de seis horas diarias de práctica sobre las cuerdas (te las remuneren, o no).
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Recuerdo que tras casarme, tanta era la necesidad de conseguir algo de trabajo, que pasé una Nochebuena de 1992 fatal. Salí a pasear hacia las doce, tras cenar con mi familia japonesa, porque las noches de invierno -allí, donde yo vivo-, son claras y se ve el cielo estrellado. Por lo que no haciendo mucho frío aquel día y sintiéndome bastante lejos de mi familia española, decidí dar un paseo. Me llegué hasta el río de nuestra ciudad (el Tonegawa), y en ese lugar que se halla junto al parque de Skíshima, me senté. No puedo negar que estuviera bastante desesperado pensando en que nada salía de mi guitarra y que por ello prefería pasear solo. Pero para que no me viera la gente -a quienes a veces les extraña encontrarse un extranjero por las calles y más de noche- me metí por unas callejuelas cercanas al río. Allí de pronto ví caer una estrella fugaz como jamás había observado, de un tremendo resplandor (de las que creo se llaman: "bólidos"); entonces solo pensé en aquello que se decía de pedir un deseo. Evidentemente, en esa situación y lugar, lo que pedí para mis adentros fué un trabajo... .
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En esta nada fácil experiencia por la que pasaba a comienzos de los años noventa, tras haber intentado mil veces sacar adelante la guitarra; algún tiempo después (sabiendo todos que estaba sin qué hacer en Japón), me llevaron a tocar la guitarra frente a un hombre llamado Endo. Era un gran empresario que conocía mi cuñado y que dijo estar interesado por lo que yo hacía. Al terminar de escucharme se quedó parado y comentó: -"Mi `casa´ no es de música. Pero tú tienes una profesión y todo aquel que tiene una profesión y la hace así de bien, en mi empresa tiene trabajo. Si quieres, aquí puedes hacer lo que buenamente puedas"-.
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Unos meses después, me invitaría aquel Endo (que hoy es "mi Sachó" -presidente-), a cenar para conocerme. Durante aquella comida nocturna, cargada de los más caros manjares nippones, yo en vez de tocar la guitarra me puse a cantar por Manolo Escobar (en japonés). Allí, lo que más le gustaba y le hacía reir al Sachó Endo era "mi carro", divirtiéndole mucho aquella letra "tan filosófica" -para quien le interese, "Mi Carro", comienza del siguiente modo (en japonés escrito en romaji: Alfabético)-:
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-Watashi no basha / Watashi no kuruma/ kino nus maretá. / ¿Doko ni aru daru?, daio / ¿Doko ni aru daru?... . (cántenlo y verán como encaja mi traducción con la música de Manolo Escobar...)
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Así y de este modo tan curioso, fué como entré a formar parte de algo que se llamaba Miwax Division de Sunwa Corporation, donde les hice mil y una cosas (desde Europa, fundamentalmente). Hasta les diseñé artesanía y allí pusimos una fábrica, en el mismo lugar en el que ahora se distribuyen alimentos y aceites llevados desde España (fundamentalmente). Trabajando con ellos desde Europa y marchando allí a visitarles; un dia haciendo una cosa y otro, inventando otra. Gracias a ellos, nunca dejé la guitarra; así que en aquel recinto en donde me reciben, siempre termino tocando la guitarrita y hablando de los Tartessos a los japoneses. Dejándome la empersa absoluta libertad para hacer y decir lo que deseo; fiándose de mi criterio sobre creatividad y gusto. Me han permitido orientarles en cuanto me place y nos preguntan (digo "nos", porque mi mujer es la cabeza de todo aquello).
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JUNTO ESTAS LINEAS: Hace unos meses, tocando la guitarra en las dependencias de SUNWA. Damos (doy) pequeños conciertos para los clientes y amigos, algo que anima muchísmo a los japoneses a comprar productos españoles.
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Muy difícil es quizás comprender lo que significa una empresa japonesa y un "sachó" o un "fhku-sachó", sin haber vivido en Japón. Para un español solo sería un presidente o vicepresidente de la compañía, pero ello no se parece mucho a la realidad. Tanto como muy distinto es un compañero de empresa en Japón. Solo pude comprenderlo al tratar con que aquel hombre que dirigía Sunwa, y que en nada estaba preocupado del dinero; deseando solo ampliar su compañía, en número de trabajadores y en la calidad de vida de aquellos. Sin apenas lujo alguno vive y viste como cualquier empleado. Como diferencias entre sus empleados, un coche de la compañía algo caro (tampoco mucho) y las obligaciones -que son terribles, pues llega al despacho a díaro a las ocho y de allí no sale hasta las ocho de la tarde para asistir a cenas y reuniones con clientes-. 
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Para colmo, es como un padre (o hermano mayor de todos nosotros) y nos recibe cada determinado tiempo, por enterarse de cómo va nuestra vida, nuestra estabilidad familiar o los asuntos de trabajo. Por lo demás, la actitud que tiene es de absoluta protección para quienes trabajan con él, que le quieren como a uno de su familia (y no me refiero precisamente a la suegra...). Si alguien desea irse de la empresa se lleva un terrible disgusto y llega a estar horas y días hablando con él, para que no lo haga; facilitándole mil opciones para que se adapte en otro departamento (aunque el que se marche sea un "bandarra de cuidado" -que en Japón también los hay-). Aunque allí, en esa empresa, no he conocido el despido y la gente que se va (muy pocos), es solo porque no se adaptan y prefieren crear algo propio.
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Un día le pregunté a un compañero de Sunwa por qué estaban todos tan unidos en la compañía, a lo que me dijo: -"¿Cuanto tiempo pasas en tu casa? ¿Y cuantas horas ves a tus padres, al año?. Porque yo estoy más de ocho horas diarias con mis compañeros; los trato casi más que a mis hijos. Si no estuviéramos unidos, esto sería como las familias que se llevan mal y aquí no se produciría nada; nada más que problemas"-. Entendí aquello pronto y de ellos supe por qué para los Endo (presidentes de Sunwa) éramos todos un poco como su familia. Después me quedé meditando y me dí cuenta por qué me habían llevado tal disgusto mis compañeros de la infancia, cuando quise dedicarme a la música. Los había visto más que a mi propia familia durante dieciocho años y había compartido con aquellos los mejores años de mi vida.
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Pero al fin, vemos como las cosas si se hacen con cariño, por muy triste que sea el camino, siempre llega a buen lugar. Y así sucedió cuando entré a formar parte como asesor de aquella empresa que cree en mí, tanto o más como yo en ellos. Lo que ya es mucho, pues puedo decir que si la vida me "robó" mis amigos de la infancia (por tonterías de chicos), después me devolvió el doble de lo que me había quitado, cuando encontré a Sunwa. A mis compañeros que allí tanto me quieren, a sus presidentes y su familia (para quienes soy uno de los suyos).
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Para finalizar, contaré algo totalmente cierto que sucedió en referecia a cuanto he dicho. Puede que alguien no lo crea -o que ponga mucho en duda, su veracidad-; me da igual, yo no tengo por qué inventarme este tipo de historias: El hecho cierto, es que hacia el año 2000, cuando ya llevaba más de cinco con los de Sunwa me dijeron que había que ir a casa del presidente, para asesorarle sobre cosas de la decoración en su chalet. Fuí con quien me llevaba, pues aún no sabía donde vivían los Endo y con sorpresa vi que nos metíamos hacia el parque de Skíshima. Al poco, paró el coche en que íbamos en las cercanías del rio (Tonegawa) y en una de las callecitas de aquella urbanización me señalaron que estaba la casa del Presidente de Sunwa.... Era aquel exactamente el lugar donde la Nochebuena de 1992 vi la estrella fugaz y pedí un trabajo... . Me quedé sorprendidísimo y estaba boquiabierto. El compañero de Sunwa que me acompañaba -Hasegawa- me preguntaba qué me pasaba y por qué estaba así mirando hacia el cielo. Solo le contesté: -"Nada. Nada... . Déjalo. No te lo podrías creer, Hasega..."-. 

3 comentarios:

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  2. Muy estimado Señor : Me llamo Miguel Ángel y le agradecería me indicara donde puedo obtener la foto que aparace publicada en su blog del guitarrista Narciso Yepes. La necesito para hacer un trabajo, pero quiero saber si tiene derechos de autor para poder solicitar el permiso oportuno a la persona o entidad que tenga los derechos de la misma. le dejo mi correo para que se pueda poner en contacto conmigo. xauen1808@hotmail.com En espera de sus prontas noticas. Reciba Un cordial saludo. Miguel Ángel

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  3. En principio toda portada (de disco o libro) está libre de Derechos de Autor precisamente porque al ser la "carátula" sirve para promocionar la obra y a su autor.

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