martes, 12 de marzo de 2013

LA CRISIS DE OCCIDENTE III: Sobre el comienzo de una Era -acerca del final de la "Edad de los Metales"-.

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SOBRE ESTAS LINEAS: Hacha de talón y anillas procedente de Chañe. junto a un cuchillo de cobre hallado en Cuéllar (fechados en el Bronce Medio ibérico, propiedad del Museo Arqueològico de Segovia -al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-). Comenzamos el artículo de hoy recogiendo en foto algunas de las primeras armas calcolíticas que se difundieron en nuestro país, hace más de cuatro mil años. Armamento que por aquel entonces revolucionó el Mundo Antiguo, hasta el punto de generar una nueva Era -la del Bronce-. Edad nacida desde el Calcolítico que en el Mediterráneo se inició al menos en el V milenio a.C. hallando su cumbre hacia el 3000 a.C.. Milenio este en el que surgen las grandes civilizaciones cúpreas (como Egipto, Creta o las Orientales), promovidas por medio del descubrimiento y manejo de esas nuevas armas de metal. En el artículo de hoy disertaremos sobre el cambio de Era en nuestros días y el nacimiento de una Edad nueva -ajena al mundo del metal-; tras el advenimiento y desarollo de la época atómica y la del plástico.
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BAJO ESTAS LINEAS: Panteón de la familia materna de mi mujer, en las montañas japonesas (templo de Kgakurinji). En la imagen, una ceremonia de "osenko" por nuestros difuntos, ritual común de honras que se lleva a cabo limpiando los sepulcros y quemando incienso al visitar las tumbas familiares. Japón ha sido el único país que ha sufrido el golpe de las armas atómicas; aunque sus habitantes han sabido convivir con la memoria de un hecho tan terrible. Sin ningún rencor por aquel horrible hecho, han aprendido a corregir los defectos de la historia (propia y ajena).
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Por ello, tras el trágico suceso bélico de agosto de 1945, aquella población comprendió que había finalizado una Era y comenzaba una época muy distinta. Cambió sus hábitos y costumbres, reconociendo que el Mundo desde aquel día ya era diferente, logrando rehacerse como nación en apenas unos decenios. Conservaron sus tradiciones, junto a gran parte de su arraigo cultural, consiguiendo alternar la Edad Atómica con formas de vida y creencias ancestrales. Siendo este admirable país un ejemplo a seguir en momentos de crisis o de derrota; habida cuenta que los japoneses aceptaron los hechos históricos sin odio y sobre todo, reconociendo sus errores. Gracias a su enorme cultura, lograron los nippones rehacerse en pocos años, adaptándose a un Mundo nuevo (en el que las guerras no tienen cabida).
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a) Concepto de las Edades -o la Era-:
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Con gran criterio y razón muchos nos preguntan por qué hablamos de lo que no sabemos (política, economía y largo etcétera...) . Pero es que es así el Mundo hoy en día, donde todos opinamos y apenas nadie conoce siquiera el significado de cuanto expresa. Antaño la vida era muy diferente; tanto que para escribir lo que pensaban, habían que estudiar durante años aquello de lo que opinaban . Pero hoy basta con abrir una página, ponerse al mando de un teclado y decir cuanto se quiere. Por ello no deja de ser muy cierta la frase que nos dice como todo avance es en gran parte también un retroceso.
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De estos hechos y situaciones y del cambio de Era desearíamos tratar; pues aunque nada sé de política y menos conozco de economía, creo que algo entiendo de arqueología e Historia. Datos con los podríamós quizás explicar algunos hechos que se van sucediendo en nuestro Planeta. Situaciones que a mi juicio parten del fin de una Edad (la de los metales) y del comienzo de otra (la del plástico o la atómica). Todo lo que convulsa las Sociedades, que durante milenios han vivido en un sistema metalúrgico y que han de prepararse para una organización nueva, en donde ya los objetos plásticos o el armamento "invisible" dominarán al hombre .
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El inicio de este artículo lo hemos ilustrado con imágenes de hachas de la Edad del Bronce ibérico (fechables entre comienzos y mediados del II milenio a.C.). Deseando expresar con esta foto que -tristemente- las Eras o las Edades se dividen o catalogan conforme a las armas que en ellas se utilizaron. De tal manera, el Paleolítico que arranca en algunas zonas hace más de un centenar de miles de años, tocó a su fin cuando se comenzaron a crear hachas pulidas. Objetos en piedra pulimentada (neolíticos) que aparecen al mismo tiempo que la agricultura hace unos doce mil años. Decenas de siglos después, el rumbo de la Historia cambió cuando se crearon puntas de flechas y objetos cortantes de metal (cobre). Calcolítico que en áreas como la actual Turquía o Irak ya había empezado en el V milenio a.C.. pasando la Humanidad unos dos mil años después a fundir aleaciones cúpreas con un porcentaje de estaño, lo que lograría crear armas de bronce y generar la revolución que trajo al Mundo civilizaciones tan prodigiosas como Egipto o Mesopotamia.
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Todo lo que hemos narrado perduró hasta la aparición del Hierro, forjado como acero. Un invento que se descubre hacia el siglo XIV a.C. en zonas próximas al Cáucaso, por medio del uso de hornos de carbón en las fraguas; pero que tan solo se difunde y perfecciona desde fines del XIII. Dando así comienzo a la Edad del Hierro, que genera la aparición de los nuevos pueblos que gobernarían en Mundo Antiguo euroasiático -como lo fueron por ejemplo, el fenicio o el indoeuropeo (entre otros)-. Quienes sirviéndose de ejércitos armados con el nuevo metal invaden y dominan primero el área Oriental mediterránea, para pasar a extenderse finalmente por toda Europa (llegando hasta el Atlántico los púnicos hacia el 1000 a.C., mientras los celtas sobre el siglo VIII a.C. alcanzan nuestra Península).
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Posteriormente, Grecia y Roma aportan y mejoran notablemente la tecnología del hierro y la de fundición del bronce, alcanzando sus diversas formas de acero y múltiples aleaciones cúpreas. Ganando con ello la posibilidad de desarrollar enormes ejércitos, con gran cantidad de soldados perfectamente armados y debidamente "protegidos". Todo lo que se completó en época romana con las nuevas corazas de acero flexible, fabricadas en láminas muy finas; siendo sus forjadores capaces de crear petos o armaduras poco pesadas que ensamblaban a modo de escamas (o con mallas fuertes y muy ligeras).
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Llegáronse así hasta la Edad Media, época en que la regresión tecnológica y la caida de Roma hizo que se volvieran a utilizar pesados medios de defensa y burdos sistemas de armamento (desde enormes lanzas poco manejables, a grandes escudos de madera). Pese a todo, los árabes importaron de nuevo a Europa (en el siglo VIII d.C.) nuevamente altas técnicas de forja y del metal; armas con las que los musulmanes en muy pocos años consiguieron conquistar practicamente toda la Península Ibérica. Formas de guerrear valiéndose de ligeras cotas de malla y de sofisticadas espadas, que los cristianos hubieron de imitar -en gran parte- para evitar ser vencidos por los llegados desde Asia Menor y del Norte de África. Siendo estas nuevas formas de guerrear las que generaron la Baja Edad Media.
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Tras ello y al terminar de este periodo del medioevo, se daría paso a la última Edad de metal: El de las armas de explosión, que aparecen a fines del gótico. Un armamento impolsivo que se internaría en Europa por manos de los bizantinos y sobre todo por la de los árabes, quienes ya en el siglo XIII usaban la pólvora como método de defensa (o de destrucción). Nueva fórmula química que a mi juicio inicia la Era Moderna, cuando desde el siglo XIV empiezan a utilizar belicamente este "polvo negro" para realizar grandes voladuras (o para disparar). Todo lo que conlleva sin lugar a dudas al final de la Edad de los Metales cortantes y al comienzo del armamento de "implosión". Era que teoricamente se iniciaría tras la caida de Constantinopla (o bien con el Descubrimiento de América); pero que en mi modo de ver viene totalmente marcada por ese nuevo invento para guerrear, consistente en un explosivo (que hasta entonces se desconocía).

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ARRIBA: Preciosa foto tomada hace no mucho por mi mujer en el dolmen de Candeeira, situado en Redondo (Portugal). Fechado entre los milenios IV al III a.C., es un ejemplo de lo que el eneolítico y calcolítico produjo en el Atlántico, generando la maravillosa civilización megalítica hispano-lusa que se desarrolla hace seis mil años en estas tierras (plenas de minas de cobre). No muy lejos de este dolmen se hallan múltiples cromlechs que constituyen verdaderos observatorios astronómicos -como el de Almendra, en Evora-, igualmente fechados entre los milenios IV al III a.C.. Siendo estos monumentos ancestrales la muestra de la importancia y del gran avance que esa cultura de los megalitos ya había logrado en aquel tiempo. Una civilización que hemos de suponer se asienta y desarrolla en el litoral atlántico ibérico, gracias a la búsqueda de los primeros metales (y del ámbar) realizada de seguro por gentes procedentes del Oriente Mediterráneo (de población migratoria vinculada probablemente a Egipto, o a Mesopotamia).
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Curiosamente, este tipo de monumentos y megalitos también se dan en Japón, aunque en fechas mucho más recientes, desarrollándose los enterramientos en dólmenes desde el siglo VI d.C.. Siendo ese estilo de inhumación la que aún siguen las grandes familias nobles -como la imperial-, quienes no se incineran al igual que el resto de la población nippona. Enterrándose aquellos de origen más antiguo, en grandes túmulos, como recuerdo de un pasado no muy lejano y procedente del Continente asiático. Lugar desde donde llegaron al archipiélago japonés la religión que marca este ritual de conservación de los difuntos en dólmenes -Como dato curioso expondremos que una parte de estos grandes túmulos imperiales se hallan aún sin excavar, pues al pertenecer a la Familia Real se consideran restos sagrados y no exhumables (al estar aún en uso)-.

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BAJO ESTAS LINEAS: De nuevo el templo de Tsukíono Kgakurinji, donde se hallan los sepulcros de mi familia japonesa. Como podemos ver, la preciosa decoración de este templete en mucho recuerda inspiradamente a los megalitos y es que como hemos dicho, los túmulos son otro tipo de sepulcro nippón, considerado como el más antiguo -antecesor al de cremación-. Lo que se debe a que la entrada del budhismo y del ritual de incineración indoeuropeo, fue posterior a la época llamada Kofún (de los túmulos, que se iniciaría trás el periodo Yayoi), que comprende del siglo III, hasta el VII, de nuestra Era. Por su parte, la Edad de los Metales es igualmente muy tardía en el país japonés, tanto como la llegada del Hierro, fechándose entre los siglos III a.C. al II d.C. -con la mencionada etapa Yayoi-. Todo lo que explica que quizás la misma cultura que importa el metal desde las zonas de China o Korea, fuera la que poco después llevase hasta el archipiélago estos túmulos funerarios. No llegando el budhismo hasta el periodo Asuka, en fecha curiosamente muy cercana a la conversión al catolicismo de Hispania (a mediados del siglo VI d.C.).

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b) De la Edad de la pólvora, hasta la Era del plástico:
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Como decimos -a nuestro juicio-, aquella época a la que denominan Moderna hubiera de haberse llamado "edad de la pólvora". Pues bien es seguro que las armas de fuego prodigaron los cambios y las conquistas que se producen desde el siglo XV, llegándose a formar por aquel entonces nuevamente Imperios. Reinos de mastodóntico tamaño que -como el español- logró conquistar territorios con la extensión de Sur América, en tan solo cuatro décadas. Todo ello debido a los ejércitos defendidos con espingardas, trabucos o cañones y que sin lugar a dudas fueron los que motivaron las transformaciones que se suceden en Oriente y en Occidente, entre los siglos XIV al XVI.
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Cambios motivados por un nuevo armamento, que hasta entonces había sido de hierro (o de acero) y que por vez primera en la Historia pasa a ser de explosión. Un método de ataque que ya no cesa en su evolución, aumentando en fuerza y técnica hasta el siglo XVIII, periodo en el que se generan auténticos ingenios terribles impulsados por pólvoras para producir daños al enemigo. Máquinas más o menos sofisticadas y enormemente virulentas, que con la implosión de este "polvo negro", disparaban o reventaban a los adversarios (granadas, cañones, pistolas y etcétera). Siendo ya en este centenio de las luces cuando se comienza a estudiar con elementos químicos; generándose en el posterior siglo verdaderos sistemas sofisticados de milicia, entre los que destacó la aparición de la dinamita o TNT (hacia 1865).
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De este modo, en el siglo XIX se crearon máquinas terribles de matar a gran escala, lo que Alfred Nobel consideró que solo pararía en su evolución el día en que se descubriera un arma capaz de acabar con el Mundo. Algo que hubo de esperar al menos seis siglos desde la llegada de la pólvora -y unos cien años desde el TNT- en un continuo devenir hasta la aparición de estas bombas que han cambiado nuestra Era, en la nuclear. Edad, que tal como decía el sabio sueco inventor de la dinamita, al poder para exterminar el Planeta pueden por fin terminar con las guerras.
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Pero antes de tratar sobre esta nueva Era en que vivimos y sus efectos en nuestra Sociedad, hablaremos de las consecuencias que la pólvora tuvo en Asia, como ejemplo para comprender mejor el cambio que otras civilizaciones experimentaron ante la aparición de los mencionados trabucos, arcabuces o cañones. Ello, para entender la importancia que la llegada de nuevos métodos de defensa produce en las culturas, algo que podremos estudiar también claramente en hechos históricos del Japón. Isla en la que debido a un naufragio sufrido por navegantes lusos (hacia 1543) arribaron a sus costas algunos portugueses que utilizaron por primera vez en aquel archipiélago sus espingardas, para cazar. Lo que motivó que los japoneses -quienes hasta entonces no conocían las armas de fuego- copiaran e imitasen con exactitud aquellos trabucos (por millares, en poco tiempo). Algo que produjo que en tan solo cincuenta años -trás los referidos hechos-, el reino del Japón estuviera ya unificado gracias a ejércitos armados con las nuevas técnicas. Dando así comienzo el Periodo Edo seis decenios más tarde de lo que narramos (en 1603); etapa con capital en Tokio y fecha desde la cual esta nación no conoció más guerras interiores (a excepción de las contiendas de poder entre generales, para sucederse en los mandos).
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Si preguntáramos a un japonés por qué finalizan las guerras civiles precisamente cuando aparecen las armas de fuego en su país, seguramente nos dirá que ello en parte se debe a que aquella forma de luchar nada tenía que ver con el concepto de batalla feudal. Es decir, que la pelea usando trabucos y arcabuces era más bien obra de la soldaresca burda y de gentes de poca honra; careciendo de principios de honor y de la fuerza equilibrada. Para entenderlo mejor habremos de visitar algunos campos de batalla nippones donde los enemigos se reunían incluso para comer juntos antes de entablar la lucha, como si de un torneo general y a muerte se tratase. De lo que aquellas nuevas guerras libradas con armas de fuego debieron de carecer de sentido ritual y formal para los verdaderos militares nippones. Por lo demás, era evidente que en la batalla librada con pólvora y explosivos, tan solo ganaba aquel que más dinero tuviera para armamento y munición. Todo cuanto propició la unificación de Japón y la práctica inexistencia de guerras civiles desde aquel periodo Edo, que se origina a los pocos decenios trás la llegada de las mencionadas espingardas portuguesas.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Grabado tomado de un libro japonés del siglo XVII en el que vemos a los guerreros de Nobunaga con las armas de fuego en sus manos. Fue la aparición casual de este armamento de pólvora, el hecho que logra acabar con las guerras civiles japonesas; dando así comienzo un periodo de paz interior denominado Edo -que unifica el Estado y termina con las innumerables luchas feudales (entre los distintos daimios o señores de la guerra)-. A muy pocos kilómetros de las costas en las que en 1543 naufragaron estos portugueses que importaron las armas de fuego a Japón (en Tanega-shima y unos trescientos años después), la isla de nuevo vió la llegada de occidentales que con sus cañones navales "provocaron" el Periodo Meiji (obligando a abrir sus fronteras por la fuerza a través de la una flota aliada). Más tarde, igualmente en ciudades del Sur bastante próximas a los mencionados lugares, daría allí comienzo la Era Atómica (en agosto de 1945). Cuando las bombas nucleares fueron arrojadas en Nagashaki e Hiroshima, iniciando una nueva Edad histórica. Época en la que por fin una gran parte del Mundo ha decidido no volver a entablar más guerras.
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BAJO ESTAS LINEAS: Casco de gladiador, imitación del hallado en Pompeya (del siglo I d.C.) y perteneciente al Museo de Reproducciones de Valladolid -al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. En este ornamental yelmo que seguramente utilizaban los luchadores a modo de adorno (más que como verdadero protector en la lucha) podemos ver el sentido de la guerra y de la muerte que los antiguos conservaban. Habida cuenta que un simple gladiador se tocaba con semejantes "galas" para lucir su rango, no como esclavo de la arena, sino como hombre de honor. Debido a que su entrenamiento y trabajo comprendía la muerte como final casi obligado, aunque se practicaba como un ritual de milicia y religioso. Tanto, que hasta los funerales más importantes se habían de celebrar con esos juegos circenses, en los que algunos hombres se enfrentaban para morir, por el fin de honrar al fallecido. Ofreciendo así vidas humanas en un funesto juego, como si de flores (u otros honores) para el difunto se entregaran. Esta mentalidad y mente, cuya crueldad hoy en día se nos hace incomprensible; hasta no hace tanto fue entendida por algunas castas o gentes que consideraban la guerra o la lucha como necesaria para la mejora de las personas, y sobre todo de las Sociedades.

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Tal como decimos, a mediados del sigo XIX se comienza a experimentar con grandes explosivos hallándose por entonces la dinamita, todo lo que sucede a una carrera armamentística de gran precipitación.
Siendo por aquel entonces cuando comienzan los acorazados, años en los que también el destino del Japón vuelve a cambiar ante la aparición de occidentales en la costa Sur del archipiélago. Esta vez en una guerra llevada a cabo por una coalición compuesta por Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Holanda. Quienes atacan el territorio nippón con el fin de abrir el país hacia el exterior; ya que desde la configuración de Edo y la expulsión de los cristianos (en 1639), había sido cerrado para los no japoneses -impidiendo igualmente salir de aquel territorio a sus ciudadanos, so pena de muerte-. Finamente y tras un lustro de batallas navales, Japón se siente derrotado por aquellas nuevas armas y navíos de acero europeos, decidiendo abrir las fronteras que hasta entonces habían permanecido herméticas. Siendo este el inicio del segundo periodo japonés ampliaménte conocido (el Meiji, que comienza en 1868); momento en el que la nación del Sol Naciente se abre por primera vez al Occidente moderno.
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Sabido es cómo desde mediados del siglo XIX, en todos los lugares del Planeta se sucede la carrera de armamento que culmina a principios del siglo XX. Un hecho que se une a las teorías expansionistas que autorizaban a las naciones a ocupar otras tierras y lugares; con el fin de dominarlas, mejorarlas o simplemente para proporcionar alimentos a su población. Siendo así como se inician las épocas coloniales decimonónicas, en las que Europa se dirige hacia África y el Sur de Asia -mientras Japón lo hace igualmente sobre diversos lugares del Continente más cercano-. Por cuanto explicamos se llega a la creación de los primeros ejércitos del siglo XX, que eran auténticas máquinas militares capaces por primera vez de exterminar y aniquilar a centenares de miles de personas; tanto como podían conquistar centenares de kilómetros cuadrados en un solo día.
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La marina de buques acorazados, el nacimiento de la aviación, la creación de carros de guerra, las bombas lanzadas desde el aire y las nuevas armas de gran exterminio (químicas entre otras); llevarán pronto al Planeta a la Primera Guerra Mundial. Conflagración de la que no sale con intención plena de cambiar, sinó más bien con un interés morboso por lograr armarse de nuevo y de manera más potente. Llegándose muy pronto a la Segunda Guerra, en la que el exterminio es de tal magnitud que por fin cesan de una vez por todas en las repetidas grandes conflagraciones de los siglos XIX y XX. Psicosis bélica que para y culmina con la creación del famoso arma que Alfred Nobel mencionaba, capaz de terminar con el Planeta (que no es otra más que la atómica). Bomba que tristemente también fue experimentada en Japón; como si el destino de las guerras y de las épocas históricas que esas nuevas armas marcan, nunca se apartase del Sur de este país del Sol Naciente.
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Trás los sucesos que narramos, los japoneses pronto comprendieron que una nueva Era había nacido; cambiando su forma de Estado, sus costumbres y hasta sus religiones, comenzando un periodo de síncresis con Occidente que aún no ha dejado de crecer. Muy por el contrario, Europa -ni gran parte de América- llegaron a entender hasta hace poco que vivíamos ya en una nueva Edad: La del plástico o la nuclear, nacida quizás de la de la pólvora, pero muy diferente a la de los metales. Una época que parte de aquellos primeros días de agosto de 1945 cuando en verdad ya la Era había cambiado, iniciándose totalmente un nuevo periodo histórico. Etapa a partir de la cual el Planeta no volvería a entrar en guerra absoluta (al menos en enfrentamientos mundiales), generándose desde entonces una situación por la cual el eje del Mundo iría situándose paulatinamente sobre el Océano Pacífico. Desapareciendo en varios decenios la importancia estratégica y económica de Europa, que va siendo sustituida por Asia. Pese a ello, hasta llegar a ese momento en el que el centro del Mundo se va posicionando entre Tokio-Pequín y California-Washignton, se sucede casi medio siglo de modificaciones y cambios radicales en la Historia y en el Planeta. Habiendo sido los últimos lustros unos cincuenta años en los que definitivamente se pasará desde la Edad de los metales y la de la pólvora, a la del plástico y la atómica.

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ARRIBA: Busto de Nefertiti, mujer de Akhenatón (Amenofis IV), escultura que fue hallada en las ruinas de Amarna, en 1912. Lugar de los márgenes centrales del Nilo, y nueva capital fundada por ella y su esposo; donde se encontró la talla (junto a otras esculturas de Akhenatón, también destruidas y enterradas tras la revolución que acabaría con la herejía de este faraón) . Rey de Egipto que curiosamente gobierna en un periodo extraño y que termina por ser de tremendas revoluciones: Primero religiosas, tras los nuevos cultos monoteistas impuestos por él y más tarde de guerra civil, ante la mencionada herética filosofía que no fue aceptada por los sacerdotes del Nilo. En mi opinión y tal como explicaremos, Amenofis IV y su extraño comportamiento que le lleva a proclamar una nueva religiosidad (en la que se llamará a sí mismo Akhenatón), es el producto de las convulsiones que el nuevo metal recién descubierto (el hierro) comienza a producir en el Mundo Antiguo.
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BAJO ESTAS LINEAS: Otra vista del templo de Kgakurinji, en Japón. En primer término las tumbas de nuestra familia (que mucho tiempo me esperen, antes de "trasladar allí mi residencia"...); al fondo el valle y montañas de Tanigawa, y en medio las vías del tren Sinkansen (Tokio-Niigata). Japón es un caso manifiesto de síncresis entre la vida más antigua y las innovaciones más actuales; habiendo de vivir sus habitantes entre estos dos mundos formados por su pasado ancestral y el presente más moderno, o actual. Todo lo que han conseguido quizás al haberse visto obligados a cambiar de Era de un día para otro y sin apenas tiempo para reflexionar. Teniendo que dejar a un lado en años o meses ciertos modos de vida antiguos y hasta creencias ancestrales; para sustituirlas por una nueva Sociedad impuesta por las necesidades fehacientes. Pese a ello, no han perdido el arraigo cultural ni menos el sentido de su civilización, todo lo que les ha logrado convertir en una Nacion moderna, con un pleno de sentido espiritual y nacional (cuyos bienes materiales son creados y coordinados con el fin de lograr una mejor educación; tanto como un grado de moral y simbolismo, mayor entre sus conciudadanos).

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c) Cualquier tiempo pasado "no" fue mejor:
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Los versos en los que el gran poeta y guerrero del Renacimiento (Manrique) cantaba al pasado, afirmando que cualquier tiempo anterior fuera mejor, no pueden leerse como una verdad ya en nuestros días. Quizás lo era a fines del Gótico, cuando los ejércitos y los Estados comenzaban a convertirse en enormes masas de personas anónimas, que paulatinamente perdían el espíritu feudal de honor para convertirse en soldaresca. Pero no lo es ahora, bastando "volver la vista atrás" tan solo unos años para darse cuenta que hasta hace muy pocos decenios medio Mundo estaba en lucha. No hablamos de la Segunda Guerra Mundial -que parece un tanto lejana-, sinó simplemente de los años sesenta o setenta; en los que el Sur de Asia, gran parte de Hispano América o de África, se rompían en terribles confrontaciones. Y aunque es verdad que aún hoy la paz no vive en todos los lugares; si vemos un mapa de zonas bélicas actuales  comprarándolo con otros de guerras de tan solo hace veinte (o treinta años), nos quedaríamos asombrados con la proliferación de batallas que antaño se producían a diario -tantas, que hoy paises como España han podido prescindir de un ejército obligatorio, dotándose de un número minúsculo de profesionales militares para su defensa-.
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De tal manera y por fortuna, hasta la Guerra Fría ha terminado, y con ello se ha producido el comienzo de una unificación paulatina y definitiva del Globo Terráqueo. Aglutinación que seguramente contiene la finalidad de llegar muy pronto a formar una única Sociedad -algo impensable apenas hace unos veinte años-. Pese a que -evidentemente- ello tiene también sus desventajas, ya que no todo puede ser perfecto y menos aún lo es ampliar el campo de competencias. Siendo una de las peores consecuencias de esta llamada "globalización" el ajuste necesario de unas formas de vida a otras, para poder lograr que el Mundo se cohesione. Precisándose para ello unificar el mercado y las Sociedades, con el fin de que definitivamente y por los consabidos intereses económicos compartidos, no se produzcan más conflictos entre paises, que los puramente comerciales.
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Esta unión de las Naciones se ha logrado en un periodo de unos cincuenta años de ajustes, entre cuyas cumbres estuvo la creación del Mercado Común (la Unión Europea) y la caida del Telón de Acero -tanto como la apertura continua y continuada de los paises y economías comunistas, que fueron hacia un "pseudo" mercado libre-. Lo que evidentemente obliga a competir a naciones como España, con un sistema de producción y comercio mucho más complejo y costoso; junto a otros que (como China, por ejemplo) son capaces de fabricar y vender un mismo artículo a precios diez o veinte veces menor. Todo lo que ha provocado la crisis productiva y empresarial en el Mediterráneo europeo, tanto como el posterior derrumbe económico. Hechos estos que no son más que los síntomas de un ajuste y que realmente no son una enfermedad en sí, sinó más bien su sintomatología. Por cuanto confundir la crisis financiera con la verdadera bancarrota de un país (que solo llega en momentos de destrucción de la Nación), es como identificar la fiebre, con una enfermedad. Siendo la subida de temperatura corporal un baremo o síntoma que puede lograr que realmente el cuerpo no llegue a contagiarse -a enfermar del todo-. De un mismo modo que las fluctuaciones de las bolsas pueden servir para curar la economía antes de que se sucedan males mayores y sin retorno.
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Pese a ello, hay quienes creen que lo que expresamos tan solo son unas simple teorías; por lo que vamos a intentar demostrar que son hechos ciertos e históricamente probados. Tanto que se han repetido siempre en los momentos de cambios de Era, como sucedió tras la llegada del Hierro. Una época que -como dijimos- se inicia en el siglo XIV a.C., cuando en las montañas del Cáucaso se halla el método de fundir este metal y se van descubriendo a su vez la técnicas para lograr templarlo (endurecerlo, creando así el acero). Tiempo en el que se suceden todo tipo crisis y de movimientos políticos extraños.
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Tanto que en Egipto aparece un rarísimo faraón, hijo y marido de princesas de Mitani. Nos referimos a Amenofis IV, casado con Nefertiti, nacida en el territorio mitanio tan cercano a las zonas donde por aquel entonces estaba apareciendo el nuevo metal. Hierro, casi desconocido en el Nilo por esos años, y que aún no se lograba forjar con la suficiente fortaleza como para superar el mejor bronce. Lo que sin lugar a dudas hubo de producir en Egipto y en cuantas grandes civilizaciones había, un enorme desasosiego. Inseguridad nacida de ignorar cuál sería del futuro en el Imperio del Nilo tras la aparición del nuevo armamento; lo que probablemente llevaría a ese Amenofis a generar una nueva sociedad y a adaptarse a unas filosofías y religiones cercanas a los pueblos que estaban en posesión del "secreto del Hierro".
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Creencias muy parecidas a las que hubo en el Creciente Fértil desde el siglo XVI a.C.; basadas en monoteismos que se relacionaban en gran parte con los cultos de pueblos como el amorrita, el hurrita o los pre-hebreos; cuyo padre Abraham ya promulgaba estas religiones de alianza con una sola deidad. Siendo a mi modo de ver la crisis de la aparición al hierro y el intento de adaptarse a un nuevo tiempo (el que nacía por entonces), los motivos de las reformas que este "faraón hereje" impone en esos cultos monoteistas que pretendió establecer (tomando el conocido nombre de Akhenatón y siguiendo unas filosofías muy cercanas a las que posteriormente hicieron nacer a Israel). Rey de Egipto que llega a trasladar la capital homónima a su persona, hasta el lugar que hoy es Amarna y que al final vió como su pueblo renunció a aquella herejía. En un ideario de adoración a una sola divinidad; filosofía que como decimos, muy probablemente procedía de influencias llegadas del lugar en el que se estaba descubriendo por entonces el hierro: Las tierras muy próximas a Mitani (nación de su esposa, Nefertiti).
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ARRIBA: Foto mía tomada durante el verano de 1977 en Japón, en un templo cercano a Niko y ciertamente próximo a Tsukíono (donde están nuestros sepulcros familiares). Cuando fuí a Japón con tan solo dieciseis años, pensé que jamás volvería allí por ser un país muy lejano. Era por entonces aquella, una Nación quizás menos rica que España y donde una gran parte de la población aún vestía en kimono (al menos entre los más mayores). Jamás creí que regresaría y menos pude pensar que sería me segunda pátria (donde incluso tengo tumba .... Algo muy importante para los japoneses...). Pero el Mundo en tan pocos años se hizo "tan pequeño" y se unió tanto, que hoy en día hasta en Japón es común encontrarse con extranjeros allí establecidos.
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Del mismo modo en nuestros días que se pueden comprar y vender en las montañas nipponas, los mejores productos hispanos (desde el aceite de oliva más puro a los jamones de bellota -que ayudamos a exportar-). Todo lo que ha de ser una fuerte competencia para su mercado, pues los japoneses que antaño vendían aceites de soja y otros vegetales (sin apenas comparación con los nuestros, infinitamente mejores, como es el de oliva): Aunque su mercado hoy se ve "asediado" por los magníficos zumos de aceituna que introducimos los españoles. Algo muy similar ha ocurrido en nuestras tierras, donde la llegada de miles de productos procedentes de Asia, de América o de Europa, han hecho desaparecer parte de la producción de España. Unas empresas que en nuestra nación han de reorganizarse y "reenfocarse", con la intención de crear unos productos mejores que los que vienen de fuera (o a menor precio). Con ello, imitando la fabricación del mercado exterior, llegaríamos a regenerar las industrias de nuestro país.

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BAJO ESTAS LINEAS: De nuevo el templo de Tsukíono, donde jamás pude imaginar que iban a terminar mis días... . Pero el Mundo es hoy más pequeño que nunca y no hay que asustarse por tener la tumba a quince mil kilómetros de dónde uno ha nacido. Pues ello viene a ser como el que hace un siglo venía al mundo en un pueblecito del centro de Castilla y terminaban enterrándolo en Sevilla. Y es que en verdad se tardaba mucho más hace ciento cincuenta años en ir de Soria a Bilbao, que hoy en llegar de Madrid a Tokio.

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Los decenios y los reyes que continuaron al mencionado Akhenatón y a su esposa Nefertiti, fueron de una manifiesta inestabilidad; hasta que se alcanzó ciertamente la Edad de Hierro. Era en la que se equilibra en Nilo con la llegada de los grandes Reyes del Imperio Nuevo de la dinastía XIX (como Seti I y Ramsés II). Momentos en los que precisamente en Anatolia se destruye el imperio Hitita. Caida de Hattusa que con toda probabilidad se produjo por la aparición del mismo acero, que provocaría seguramente las luchas intestinas entre aquellos de Hatti (beneficiendo ampliamente a Egipto). Pese a todo, a fines del siglo XIII y comienzos del XII, los llamados Pueblos del Mar (hombres del hierro navegantes que procedían de estas zonas de Anatolia), atacan repetidamente Egipto, asediándolo en tiempos de Ramsés III. Todo lo que en mi opinión se debe a migraciones tras la Guerra de Troya (que se fecha hacia el 1212 a.C.) y que en verdad marca el final del Bronce y el inicio de la Edad del Hierro en esta zona oriental del Mediterráneo.
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Siendo así, como tras el nacimiento de la nueva Era férrea también cae Micenas; heredera del imperio y de la cultura minóica; cultura que desaparece en ese tiempo posterior a Troya. Surgiendo por entonces los pueblos indoeuropeos y por ende, los griegos. Asimismo en los mismos siglos y más el Sur de Anatolia (en las costas cercanas a Canaan) se producen igualmente migraciones en ese tiempo, de gentes venidas desde el mundo semita, del Creciente Fértil (o de su desierto) y del área del antiguo reino Hitita. Naciendo de ello Fenicia y el mundo púnico, que navegaría y dominaría en el Mediterraneo y el Golfo Arábigo, fundando gran parte de las ciudades costeras al Oeste de Malta. Surgiendo en este mismo periodo los pueblos indoarianos pastores, que generarían los indogermanos y las migraciones celtas que igualmente se extenderían por toda Europa central (llegando hasta nuestras tierras hacia el siglo VIII a.C.). Finalmente, de las gentes huidas de Egipto y de los micenios escapados de la Creta o Chipre asediada por los dorios; nace igualmente el mundo israelita (probablemente de forma paulatina y ya desde tiempos de Akhenatón, en que los monoteistas perdedores de la guerra de Amarna, debieron buscar refugio entre los asentados en el Creciente Fértil).
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Cuanto hemos visto se produce en apenas tres siglos (desde la Guerra de Troya hasta la venida de los Celtas a la Galia), generando lo que posteriormente sería Europa y el Mediterráneo -con Grecia y Roma como hijas directas de esta etapa y de los pueblos del Hierro-. Pero los datos recogidos y enumerados de la Antigüedad los hemos mencionado porque son hechos muy similares y comparables a lo que se vivió entre los años de las luces y nuestra época actual en Europa. Casi trescientos años en los que desde fines del XVIII se comienza con enormes progresos y una tremenda escalada militar, naciendo grandes tecnologías armamentísticas que culminan con la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas (etapa de cambio radical del Mundo y que podríamos comparar con la de Troya).
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Tras Napoleón los avances en armamento no cesaron, llegándose en cien años a crear ejércitos capaces de devastar gran parte del Continente, algo que sucedió en la Primera Guerra Mundial. Guerra semejante históricamente  a la caida de Micenas y al declive de Egipto con las invasiones de Los Puebos del Mar (tras el nacimiento de la poderosa Fenicia). Culminando aquella celeridad militar heredada de la revolución Francesa y del centenio XIX, ya en nuestro siglo pasado y en la Segunda Guerra Mundial; que situa ya un nuevo orden semejante al que se sucede en la Antigüedad tras la Invasión Doria (en el Mediterráneo Oriental y con el nacimiento del mundo griego, hacia el siglo X a.C.). Momento en el que el avance de los pueblos indoeuropeos por toda Europa se hace imparable, al igual que la civilización púnica se comienza a extender por el Mediterráneo Sur. Periodo de guerras y cambios que en principio pudieron generar épocas de grandes incertidumbres, migraciones y crisis; pero que finalemente crean Sociedades muy avanzadas y civilizan a toda Europa, dando origen a culturas conocidas por justas y cercanas a la nuestra (la Griega y la Romana; que nacen poco después, en el siglo VIII a.C.).
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Por todo cuanto decimos, la época que vivimos no es tan ajena ni distinta a otras, sinó más bien podemos considerar estos años nuestros como muy semejantes a los que hubo entre el siglo X y el VIII a.C.. Momentos en los que se generaba un "nuevo orden mundial", originándose las civilizaciones del Mediterráneo (de las que procedemos cultural y cívicamente de manera directa). Épocas en las que igualmente los súbditos de los nuevos Estados -o sistemas entonces emergentes-, veían con ojos críticos a sus dirigentes, acusándoles de malvados o de falsarios. Algo que hasta entonces había sido impensable, puesto que la crítica del tirano o del gobernante ni siquiera se planteaba (ya que suponía una muerte segura, al no existir la política hasta la creación de Fenicia, Roma o de Grecia). Tal como sucedía hasta las Guerras Mundiales en Europa, donde los Estados en una gran mayoría estaban gobernados por gentes que incluían un porcentaje de psicópatas (o de asesinos), a los cuales nadie se atrevió a contrariar jamás -Refiriéndonos en lo que expreso a esos locos gobernantes, que practicaban entre el siglo XIX y mediados del XX la tiranía de un modo tal, que provocaron centenares de miles, y hasta millones de muertos-.
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Cuanto narramos a día de hoy sería ya impensable, pero hace solo sesenta años fue un hecho cierto. Tanto que Europa hasta hace cincuenta años aún se dejaba manejar por gentes que llegaron a provocar decenas millones las bajas en guerras o exterminios (que apenas duraban un lustro). Por todo ello, no es extraño que saliendo de estos periodos de convulsión y de cambios, aún haya entre los que nos dirigen un pequeño porcentaje de gentes con una "moral distraida". Pese a ello, estos "distraidos en sus deberes" nada tienen que ver con aquellos "otros" que guiaron el Continente o el Mundo durante cientos de años; llegándolo a conducir de continuo a guerras fraticidas incomensurables. Por cuanto hemos de plantearnos que "ningún tiempo pasado fue mejor" y que si hay pequeños problemas, habrá que darles solución, pero nunca dejar de creer en el sistema que hemos creado (con gran sacrificio y trabajo). Sin desviarnos jamás del camino de progreso y unión que ya el Mundo ha tomado; para lo cual es siempre necesario creer y confiar en la Historia, tanto como respetar las instituciones. Pues la Historia nos enseña cómo se pudo incluso acabar con los asesinos que quisieron gobernar el Mundo durante el comienzo de la Edad del Hierro, o en pleno siglo XX (porque siempre son muchos más y mejores, las gentes de bien, que "esos pocos" que dañan a los demás).

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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: En la foto superior de nuevo en Nikko, en verano de 1977; cuando jamás pude imaginar que este país nippón iba a ser prácticamente mi patria. Abajo, la entrada del templo de Tsukíono y sobre esta las tumbas de mi familia, donde me espera seguramente con mucho cariño una de las mejores personas -quizás la más buena y más inteligente- que conocí en mi vida: Ichitaro Onozuka, el padre de mi mujer (tristemente fallecido con tan solo sesenta y cinco años; hace ya casi un decenio).

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BAJO ESTAS LINEAS: Mis amigos japoneses me preguntan cosas tan raras como la de qué han de ponerme sobre la tumba el día que me muera... . Al principio no me gustaba nada este tipo de cuestiones, pero al final y como les despierta tanto interés, les diré que no estaría mal colocarme una de estas esculturas que tanto se veneran en templos como el de Tagata (o en las fiestas de Kanamara...). Al menos así, no será tan triste.

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