miércoles, 1 de octubre de 2014

La "inhumanización" del arte (acerca de las generaciones perdidas)

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SOBRE ESTAS LÍNEAS: Castillo de la ciudad de Chaves (al Norte de Portugal) en cuya pared podemos ver una placa recordatoria con forma de escudo, conteniendo la lista de fallecidos en la Gran Guerra (nacidos allí y muertos en África en 1914 o en batallas europeas en 1918). Fue esta, que posteriormente se denominó Primera Guerra Mundial, una de las peores contiendas que se recuerdan, dejando millones de muertos. Gentes en su mayor parte coetáneas a mis abuelos, ya que los padres de mis padres pertenecieron por edad a lo que en Europa se denominó "Generación perdida". Aunque esta generación, increiblemente en España fue salvada por sus antecesores. Debido a que nuestro país no entró en la "Gran Guerra"; donde desaparecieron la mayoría de los hombres europeos nacidos entre 1880 y 1900.
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Una conflagración mundial surgida como fruto del odio en el que educaron a los ciudadanos del viejo continente, tras la etapa napoleónica. Principalmente a los venidos al Mundo entre 1835 y 1870, quienes sufrieron el cambio de una Sociedad Industrial a una industrializada y conocieron el nacimiento de conceptos tales como el de la Justica Social -hasta ese momento inexistente-. Fueron estos, los que mediaron entre el siglo XVIII y el XX, padres educadores de aquella triste generación, denominada "perdida"; tanto como -en gran parte- los instigadores de algo que terminó en la mayor conflagración hasta entonces imaginada. Obligando a destruir toda una "quinta" que fue sacrificada para participar en las primeras batallas con armas de gran poder destructivo. Jóvenes que se enfrentaron a las peores situaciones imaginables y a las muertes más crueles, siendo víctimas del belicismo de su época. En la que el progreso se concebía -entre otras cosas- como un método de fomentar y aumentar los medios para luchar y odiar (más y mejor, causando el mayor dolor posible).
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De este rencor fraticida europeo, felizmente España quedó al margen; todo lo que se produjo tras la Restauración y más concretamente, con El Desastre del 98. Después de la pérdida de colonias y del triste final que tuvo el Imperio Español; hechos que resultaron una lección de humildad y de humanidad para nuestro país. Logrando cambiar aquella catástrofe el sentimiento de raza hispana, por el de humanismo español; el de conquista bélica, por el de logro cultural y el de progreso tecnológico, por el de avance en la civilización. Modificación del orden, el civismo y la cultura del Estado, que fueron las claves propiciatorias para que nuestra patria pasara de estar arruinada y dividida -en 1898-, a convertirse en una de las potencias más importantes de Europa (tan solo tres lústros después -en 1914-). Ello, unido a la declaración de neutralidad en la Gran Guerra, hizo de la nuestra una de las Naciones más ricas del Planeta a fines de esa contienda -tan solo veinte años después del llamado Desastre del 98-.
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Este logro -comparable al denominado "milagro japonés"-, fue debido en gran parte a la cura de humildad sufrida tras la "caida del Imperio hispano"; pero sobre todo estuvo motivado por el sentimiento de Regeneración y por el Regeneracionismo ideológico. Un pensamiento nacido desde la filosofía krausista, cuyas bases y fundamentos se situaban en idearios como el de Joaquín Costa, o en proyectos políticos como el de José Canalejas. Donde la máxima de "cerrar con doble llave el sepulcro del Cid", o la idea de "escuela y despensa"; eran la clave para culturizar, alimentar y fraternizar, toda una generación de españoles -nacidos entre 1880 y 1900-, que en nuestra nación no fue la "perdida", sino la "regenerada".
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ABAJO: Poco después de la etapa antes referida -en plena Belle Epoque y tras la Primera Guerra Mundial-, publicó Ortega y Gasset "La deshumanización del Arte". Obra que vio la luz en 1925 -en Revista de Occidente-, donde el autor realiza un análisis de las tendencias artísticas de su época -las nuevas y las antiguas-, como fruto y ejemplo de los cambios e incongruencias del siglo XX. Un libro que nos llamará poderosamente la atención leer en nuestros días, al observar que el Ortega nos plantea tesis tales como la aceptación de del arte "novista", hablando de tendencias decimonónicas, pero omitiendo otros estilos como los "ismos" de su tiempo. Dictaminando como clave de las "revoluciones" musicales de principios del XX a Claude Debussy; presentando este compositor cual paradigma de inicio para la comprensión de "lo moderno". Una "modernidad" que por aquel entonces, debía contener al menos cinco decenios de clasicismo. Hechos que muestran como en nada se parece a la situación del arte de los años veinte a la actual; ya que el problema surgido en nuestros días versa sobre si el Pop o el Rock, pueden considerarse el clasicismo de nuestra época. Pregunta planteada por muchos a fines del siglo XX, y mientras, todo lo verdaderamente clásico fue quedando en desuso, o bajo las sombras -trasladado a la misma consideración que la investigación, o con un interés puramente universitario y educativo-.
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Iniciamos con este planteamiento y basándonos en la obra de Ortega y Gasset, un nuevo artículo en el que trataremos sobre una "generación culturalmente perdida". La de los nacidos a fines del siglo XX y para quienes el arte no se ha "deshumanizado" (como ocurrió en la Europa de la Gran Guerra); sino que ha sido "inhumanizado", con un sentido pleno de la "inhumación" y de la "inhumanidad". Puesto que los restos que quedaban del clasicismo europeo, han sido olvidados o abandonados a su suerte. Mientras, la electrónica, los efectos de sonido y las máquinas se apoderan de una profesión que antaño tan solo se ejercía por medio del sentimiento artesano unido a las dotes espirituales.
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1- DE LO BELLO LO SUBLIME; DE LO GROTESCO Y LO EXPERIMENTAL:
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Tras múltiples quejas y reclamaciones de mis admirados lectores (a los cuales agradezco haber superado ya el número de sesenta mil); comienzo hoy pidiendo disculpas a cuantos pudiera haber molestado aquello que expresé en mi entrada anterior. Escribiendo sobre una "generación perdida" -culturalmente hablando-, a la que me atreví a denominar "la generación imbécil" (desde el punto de vista musical). Pero he de aclarar que no es mía la frase, ni el pronóstico de que "nacerá una generación idiota el día en que la creatividad del hombre sea superada por las máquinas". Tratándose de una conocida afirmación de Einstein; quien consideraba que la inteligencia y la creación del hombre quedaría atrofiada, ante un exceso de facilidades o de métodos artificiales para resolver los problemas. Por entender -con gran lógica-, que la inteligencia no ejercitada en el humanismo y sin ser sometida a una creatividad subjetiva; al valerse de máquinas para solucionar sus recursos, terminaría anquilosándose -como el músculo inactivo-. Partiendo de ello, tan solo añadí a esa idea que la "generación musicalmente idiota" ya había nacido, pues hay una gran parte de la Sociedad actualmente está convencida de que un ordenador puede componer, considerando música lo que tan solo son efectos de la electrónica o de la informática. Tanto que la gran mayoría de los jóvenes a día de hoy -universitarios, cultos, licenciados e hiperpreparados-; prefieren un "chunda-chunda" continuado (tan solo comparable al ruido de una máquina), a la música de Bach.
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Evidentemente, no faltan algunos de extrañas intenciones quienes afirman que mi anterior crítica, consiste principalmente en un desprecio manifiesto hacia el Pop o el Rock. Todo lo que es totalmente incierto, puesto que la música popular y la "moderna en su tiempo" siempre han existido; siendo estas la mayor fuente de inspiración para los grandes maestros clásicos -o de palacio-. Quienes se sirvieron de las melodías del pueblo, para transcribirlas o variarlas; tal como pudo hacer Haendel, que versionó en las mejores obras suyas las canciones inglesas escuchadas en las tabernas o en los puertos. Al igual que esas coplas y baladas fueron variadas por genios como Mozart, Bizet o por el mismo Manuel de Falla.
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Tanto fue así, que los músicos de fines del siglo XIX y mediados del XX (plenos de academicismo, complejidad técnica e intelectualidad) se basaron principalmente en un folklorismo, reciclado en los estilos del momento; y con ello, en el arte popular. Considerándose a día de hoy aquellas obras que mezclan el arte del pueblo con el de las academias, piezas cumbres del arte universal. Tal como sucedió con "La Habanera" de "Carmen", o con "El Amor Brujo" (de Falla). Plenas de síncopas y melodías, inspiradas en los cantos y bailes, que en su época se interpretaban o danzaban en los barrios más humildes y en las aldeas más pobres... . Para finalizar cuanto arguumento, añadiré que ejemplo de esa importancia del arte popular en la música, se halla en estilos como el Flamenco o el Jazz . Aunque principalmente lo son, melodías de culturas cuya música nace del folk en paises como Irlanda y Gran Bretaña, con una base armónica que han marcado prácticamente toda resolución de armonía en el Pop y del Rock (entre otros estilos modernos que parten de las baladas británicas).
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Pese a ello, la diferencia entre el arte popular y el culto -a mi parecer- estriba además en que lo nacido del pueblo puede tener valor tan solo por ser grotesco; al igual que lo creado por el "academicista" se convierte en maravillosa obra, simplemente por su técnica. Por todo cuanto una pieza u objeto clásico, aún careciendo de belleza e incluso sin contenido sublime; llega a ser interesante simplemente desde un punto de vista técnico e intelectual (o experimental). Al igual que sucede (de un modo inverso) con una creación popular; que sin ser bella ni sublime, puede tener un valor artístico habida cuenta su contenido grotesco -sirviendo para divertir, hacer reir, o simplemente para animar al espectador-. Unos motivos que diferencian principalmente al arte clásico del popular (al menos a mi entender); situándose la frontera entre ambos, en que el primero pueda tener tan solo una importancia científica o innovadora, mientras lo folklórico o "para todos", en ocasiones basa su importancia artística tan solo en el hecho de servir como divertimento (haciendo bailar y reir).
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En base a ello, considero que Kant al establecer las dos categorías del arte entre "lo bello y lo sublime", olvida estas otras opciones. Otras dos categorías que en el caso del clasicismo sería "lo técnico o lo experimental" y en el del arte para todos (el popular), consiste en "lo grotesco o lo divertido". Pues parece cierto que una obra culta, aún sin contener belleza o sublimación, puede tratarse de una creación interesante, por su carácter innovador y su calidad académica. De igual modo que lo popular, aunque fuera feo, absurdo y sin espiritualidad; si resulta divertido y grotesco, siempre contendrá un factor de gran importancia social o cultural. Ambos hechos (la calidad técnica y académica de una obra, tanto como su función de divertimento y ridiculización); son categorías que nos transmitirán importantísimos matices de una civilización. Pues a través del grado de perfección o de intelectualización del arte, tanto como comprendiendo el sentido del humor y del ridículo de una Sociedad, podemos comprender gran parte del trasfondo cultural de su época. Sintetizando ello los pilares de la civilización para las que fueron hechas estas obras (populares o académicas); dejando testimonio del tecnicismo artístico o del sentido del humor y de la diversión en aquel momento histórico.
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ARRIBA: Una preciosa foto de Claude Debussy en 1885, poco después de que ganase el premio Roma de composición. La imagen está tomada en Villa Médicis durante el tiempo en el que el músico estudió en esta institución con Paul Vidal. Debussy aparece en el centro de la fotografía, en la parte alta y con chaqueta blanca (tal como hemos señalado). Su atuendo muy distinto quizás ya manifieste el "deseo de destacar" (o de innovación) entre los suyos, pues tal como un sabio refrán judío indica: "Hay que desconfiar de quien viste diferente y de todo aquel que se disfraza para trabajar". Ello, porque la necesidad de ser respetado a través de un uniforme -o un de traje oficial-, quizás solo muestra el intento de hacerse valer y de imponerse por medio de una imagen institucionalizada. De igual modo, el que se viste de manera muy diferente; esta claro que desea destacar; todo lo que no es bueno para el ambiente común familiar y de trabajo; ni menos para el de la empresa, o para el mundo del dinero. Pese a ello, no ocurre lo mismo con el arte, donde lo estrambótico, lo raro y hasta lo "Rocambloesco", es importantísimo. De ello, que el factor de "lo grotesco" siempre es decisivo, ya que el artista que desea innovar lo suele hacer en todas las facetas de su comportamiento.
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A ello atribuyo este curioso atuendo de Claude Debussy, a quien debemos algunos de los más bellos acordes disonantes de la Historia de la música, comparables en su poder armónico con lo mejor del gran J.S.Bach. Entre todos los que desatacaría las escalas de su Arabesca y las de su Claro de Luna, en las que tantas obras mías he inspirado, y que podremos escuchar pulsando los enlaces bajo estas líneas:

Arabesque http://www.youtube.com/watch?v=28Qi4jLtigc
Clair de Lune http://www.youtube.com/watch?v=8WN9Xb20E1g
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Regresando a "La deshumanización del arte", uno de los datos más llamativos de la obra de Ortega y Gasset, es el hecho de que continuadamente haga referencia a Claude Debussy, como exponente o ejemplo del "nuevo arte" de entonces. Un compositor que había tenido éxito casi cincuenta años antes a la publicación del libro de Ortega -que sale a la luz en 1925-. De ello, considerar en plena Belle Epoque a Debussy una muestra de la "modernidad", sería tanto como definir a Ernesto Halffter o a Karl Orff, músicos vanguardistas del siglo XXI -o de nuestro tiempo-. Ya que en 1925, el compositor francés llevaba siete años fallecido y sus obras fueron reconocidas una cinco décadas antes. Pese a todo, el hecho que relatamos define una tendencia histórica hoy inexistente en la música; como demuestra que en tiempos de "La deshumanización del arte", el estilo de Debussy marcase aún las vanguardias la música -tal como Picasso y Juan Gris, fueron hasta los años sesenta referentes de la pintura contemporánea española-. Tristemente, en nuestra época no hay punto "alfa" en la música culta; sin querer admitir los clásicos que figuras como Manuel de Falla o Joaquín Rodrigo son "el puente cultural" de la España musical. Mientras, -este, nuestro arte-, divaga sin rumbo ni patrón.
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BAJO ESTAS LÍNEAS: Una foto mía hacia 1968 y cuando tenía unos siete años. Era esta una época en la que el pelo constituía todo un símbolo social, tanto que pocos años antes se había hecho famosa una obra de rock llamada "Hair". En ella se reivindicaba la libertad (social, política y hasta sexual) bajo el estandarte de esa melena, que jamás podrían lucir los alistados a los ejércitos, ni los estudiantes de universidades reconocidas o clásicas. Siendo así, el pelo largo fue la bandera de casi todos, en los años sesenta (hasta de los niños de muy corta edad -como podemos ver en la imagen-). Del mismo modo, se generó un aspecto un tanto "feminoide" para el hombre (quizás antimilitarista y anti-homófobo); creando una nueva moda de carácter andrógino y en la que los señores por primera vez lucían pantalones láster, trajes de baño ajustados y vaqueros apretados (con camisetas ceñidas).
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Fueron los años sesenta un momento de enorme eclosión económica y puede considerarse la etapa histórica en la cual la Sociedad se plantea por primera vez si un Estado belicista es lícito y moral. Llegando a la conclusión de que el conflicto armado era la peor de todas las opciones; surgiendo por entonces un lema tan conocido como divertido que manifestaba: "Haz el amor y no la guerra". Todo lo que consistía "una terrible novedad", ya que hasta entonces eran tabú el desnudo y la fornicación, pero no estaba tan mal visto matar al enemigo (en la guerra). Pues históricamente se consideraba que las batallas eran necesarias y útiles para una Nación, como podía serlo la agricultura o la ganadería. Debiendo dedicar una parte de la población a la milicia, lo que comunmente se reclutaba como una quinta parte (los quintos). Algo que se llevaba a cabo anualmente reuniendo a los jóvenes nacidos en un mismo año en la plaza (o el ayuntamiento) de la urbe; para contarlos de cinco en cinco (desde un número primeramente sorteado en la fila). Naciendo de ello la frase "no hay quinto malo"; debido a que quien en esta cola de reclutamiento estaba en el quinto puesto (conforme a suerte), iba al ejército -quisiera o no, estuviera enfermo o sano-.
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Guerras como la del Vietnam y diversas intervenciones militares de los años sesenta obligan a los hombres de Estado a meditar sobre la carrera armamentística entre Occidente y los paises del Este (China o la Unión Soviética). Tanto que unos veinte años después -sobre 1988- el comunismo comienza a virar hacia corrientes más europeistas y China se abre mirando con posibilidad de acuerdos, a los países hasta entonces tenidos como enemigos. Mientras el capitalismo se compromete con algunas opciones sociales (o socialistas), comprendiendo la Derecha que son imprescindibles en ciertos campos de la política -como el de la sanidad o de las pensiones-. Terminado estos hechos con el acuerdo entre bloques y el final una posible guerra nuclear (una Tercera Guerra Mundial atómica); que hasta los años setenta se contemplaba con gran temor y como una amenaza que pendía sobre el Planeta cual una espada de Damocles.
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La superación de esta crisis nuclear y de la posibilidad de un conflicto armado entre Occidente y los paises del Este (logro conseguido por unos y otros a fines de los años ochenta). Fue sin duda alguna la herencia dejada por aquellos "colgados" de los sesenta, que dos décadas antes habían gritado por las calles "haz el amor y no la guerra". Movimiento de cambio social y de tolerancia, que fue acompañado por unas nuevas tendencias de gran calidad literaria, pictóricas y -sobre todo- musicales. Del cual nacen estilos (como el Pop, Folk, Rock y etc) cuyas melodías y canciones tuvieron una increíble y novedosa expresión artística, de belleza excepcional e inigualable, valiéndose de métodos semejantes a los del arte popular. Sin precisar de la electrónica y sirviéndose de unos iguales recursos a los usados antaño por el ciego y el rapsoda, que cantaban y narraban con "sus pliegos de cordel", los hechos sociales o los sucesos acaecidos en su zona -de un modo similar al que presenta un noticiero televisivo-.
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Como decimos, en los años sesenta se produce un movimiento inigualable de músicas Folk, Pop o Rock (en sus diferentes vertientes); en muchas ocasiones con un mensaje reinvidicativo o social, divulgando que el Mundo debía unirse, globalizarse y no luchar más. Bajo este estandarte y con una calidad melódica como la que tenían Simon y Garfunkel, Bob Dylan, Joan Baez, Leonard Cohen, Cats Stevens, Moustaki, Serrat y otros tantos; el disco de vinilo fue mostrando lo que un chico jóven puede crear, tan solo sirviéndose de la inspiración y sin necesitar de grandes recursos técnicos. Naciendo así un arte nuevo, creado "para todos" y por lo tanto popular (sin que ello fuera sinónimo de "Pop", voz que procede de un vocablo inglés onomatopéyico, cuyo significado es "exaltado"). El distinto nivel cultural de esta juventud de los sesenta, frente al de las generaciones anteriores -jóvenes que habían viajado en su gran mayoría a paises extranjeros y hablaban idiomas-; junto a su espíritu tolerante y su fantasía por crear un Mundo Nuevo, unido y sin guerras. Motiva que por primera vez pudieran demostrar que los mayores y los viejos sabían menos que ellos; todo lo que debió se una bandera segura para mostrar que los "veinte y treintañeros" de entonces tenían más capacidad de pensar y sobre trodo de sentir, que los ancianos (quienes habiendo vivido dos Guerras Mundiales, quizás pensaban se necesitaba una tercera, para reconducir el Planeta).
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Por ello el arte de los sesenta, surgido desde quienes nacen dos o tres decenios antes, está marcado por quienes vivieron de niños la guerra (o la posguerra) y por quienes no deseban pasar un mismo trance que sus padres. Bajo una bandera común de no querer el enfrentamiento entre Naciones, ni menos las luchas armadas; fue casi igual en recursos que el arte popular -de siempre-. Asemejándose sus baladas y melodías a algunas de las cantadas por los ciegos o los rapsodas de antaño; quienes iban por las calles entonando músicas -propias o aprendidas- y donde narraban las historias de amor, de problemas y los hechos sociales. Aunque durante los años sesenta, el desarrollo de una armonía basada en tonos anglo-irlandeses (a través de la difusión de esta música) y la influencia de cantautores gracias al disco de vinilo. Hizo que se divulgaran y permanecieran melodías de enorme calidad como las de artistas tales como: Moustaki, Simon & Garfunkel, Joan Baez, Bob Dylan y largo etc; llegando su inspiración joven y limpia, a expresar una sublimación inimaginable (al igual que su poesía reivindicativa).

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Por lo demás, los intérpretes de entonces tan solo se sirvieron de los recursos modernos (fundamentalmente eléctricos) para la grabación o la amplificación de sonido (a través de altavoces). De ello -en mi opinión- nada tienen que ver aquellas músicas "modernas de los sesenta", plenas de arraigo cultural y con una enorme calidad armónica. Con las que unos decenios después se desarrollaron por medio de sistemas electrónicos o informáticos (a los que denominé de "la generación musicalmemnte imbécil"). Un ejemplo de la calidad de la música a la que nos referimos son cantantes como Simon y Garfunkel, cuya obra puede considerarse un clásico de la canción -popular-. Destacando entre sus interpretaciones la versión que hicieron de "Scarborouhg Fair"-canción medieval anglo irlandesa y que marca muchos de los acordes de todo el pop de los años sesenta-; que podremos disfrutar pulsando la linea azul de enlace bajo estas:
http://www.youtube.com/watch?v=-Jj4s9I-53g
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2- DE "POR VOCACIÓN, ARTISTA"; A "PROVOCACIÓN DE ARTISTA".
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Decíamos al terminar el epígrafe anterior que en mi opinión, Kant no incluyó dos categorías -o grados de valor- y que a mi juicio existen en las artes (al margen de lo bello y lo sublime). Una de ellas es la simple técnica; en cuanto se refiere a la dificultad, a la experimentación e innovación. Mientras la segunda se trataría de lo grotesco y divertido; siendo el arte que hace réir o "extrañar", algo que también merece el nombre una creación (por muy raro que resulte). De ello, las obras incomprensibles por su complejidad o por grotescas; de ser atractivas, también hay que catalogarlas como arte. Habida cuenta que hacer reflexionar y reir (por medio de objetos, palabras, formas o sonidos), son también los poderes del artista.
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Estos dos conceptos que en el párrafo anterior hemos dejado bien precisados y definidos (la estética experimental y la grotesca) constituyen los valores de los que más han abusado los creadores durante el siglo XX. Tanto que los grotesco se ha llegado a unir con lo técnico-innovador en estilos tales como "las instalaciones" (en pintura o escultura). Un hecho que igualmente ha sucedido en la música, donde las obras que pretenden ser novedosas son tan extrañas como absurdas, provocando en ocasiones la risa del que las escucha. Por lo demás, el abuso de lo grotesco en los espectáculos de Rock, en la moda o en las artes plásticas; es tal, que el mal gusto se ha convertido hasta en un estilo "fin de siglo" XX, y al que comunmente se denomina "feismo". Puesto que constituye un alarde y un canto a lo horroroso; quizás con el fin de provocar más la curiosidad que la hilaridad. Llegando a haberse acuñado entre los críticos de arte una extraña frase donde se dictamina y define que "el arte es provocación". Todo lo cual significaría que si gritamos "hi-de-pú" a cuantos hay en mitad de una calle, pues seríamos unos artistazas (al igual que si nos dispusiéramos a pisar los pies a cuantos comparten con nosotros el vagón del Metro).
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Pero siguiendo con el tema que nos atañe, hablaremos de lo que fueron los años sesenta y comienzos de los setenta, como plenitud artística y como un tiempo inigualable en cuanto a su calidad y creatividad (al igual que sucedió a fines del XIX y comienzos del XX -durante los que España vivió un nuevo Siglo de Oro-). Bastando para recordar cuanto se hizo en la música clásica de nuestro país entre 1950 y 1980, citar algunos nombres -entre la infinidad de figuras que por entonces gozaban del mayor éxito-. Personajes entre los que mencionaremos tan solo a los más destacados como lo eran: Segovia, Mompou y Casals; Regino Sainz de la Maza y Yepes, junto a otros tantos comparables -como Segundo Pastor- y sin olvidar nunca al gran Joaquín Rodrigo (que en estos años sesenta era un divo).
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Por su parte, el mundo del Folklore y el Flamenco estaba por entonces a la misma altura, en aquellos días en que destacados folkloristas como Jose Antonio Labordeta ó Joaquín Díaz, recogieron en sus grabaciones y conciertos las canciones populares y los romances antiguos -desde los versos de cordel a los más viejos cantares; interpretados de "forma moderna" y a la clásica usanza-. Destacando de manera inigualable las figuras coetáneas del Flamenco, que por entonces desarrolla los más grandes genios conocidos, herederos de las anteriores hornadas; llegando a la cumbre nombres como Sabicas o Antonio el Bailarín. Siendo su relevo en los setenta personalidades como Paco de Lucía, Manolo Sanlucar o Antonio Gades (entre decenas de maravillosos intérpretes y bailarines).
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Alguno de nuestros sesentamil lectores podrá de nuevo reclamar que soy un tanto injusto en los juicios de valor, al afirmar que nuestro tiempo en nada puede compararse artísticamente con los mencionados años sesenta y sesenta. Debido a que hoy en día existen genios de la música equiparables a los anteriormente citados. Todo lo que, aún pudiendo ser verdad y realmente cierto; diferencia el hoy del ayer, en el tratamiento social que se les daba y que en nuestros días tienen. Ya que por entonces, los que actuaban en los mejores escenarios y lugares -La Casa Blanca, ante reyes y personalidades, o en los Congresos de Naciones Unidas-, eran personalidades como Sabicas y Antonio el Bailarín; tanto como Segovia, Casals, Yepes o Mompou. Mientras ya en nuestros días, quienes van a estos eventos son los cantantes más existosos; algo que es tan solo música para la gran masa social, sin arraigo cultural y sin apenas un valor espiritual, ni menos de compromiso (al margen del éxito y la fama que cada artista tenga).
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Pero, es que además, el arte de nuestro País en aquellos años sesenta (y comienzos de los setenta), también gozaba de algo valiosísimo como lo es, el arraigo cultural y el desarraigo social. Un desarraigo social nacido del éxodo de las poblaciones rurales, que habían emigrado hacia las ciudades o al extranjero (llevando con ellos las costumbres, canciones e instrumentos de sus pueblos). Por todo ello, los músicos de entonces gozaban de un profundo folklorismo, potenciado y conservado por esta población emigrante; quienes deseaban que su estilo de vida no terminase y que su música -y su pueblo- de algún modo cotinuara viva. Todo lo que podemos ver en los cantautores de la época, entre los que destacaron Jose Antonio Labordeta -como personaje muy comprometido- y Joaquín Díaz, como persona culta y refinada (compilador y recopilador de romances antiquísimos, baladas de antaño y hasta de los "pliegos de cordel"). Junto a ellos, una enorme una pléyade de grupos flokloristas -a cual mejor-, entre los que más se escuchaba Jarcha, que llegó a crear el famoso "himno de la democracia" con su canción "Libertad, sin ira, libertad" . Por lo demás, existían en estos años sesenta-setenta infinidad de cantautores con mayor o menor carácter reivindicativo, pero con una excepcional calidad. Entre los que encabeza la lista Juan Manual Serrat (y su disco sobre Machado), o Cecilia (versionando a Blas de Otero), junto a Paco Ibañez o Luis Llac (con su "Estaca"). Otros, menos politizados, con un tono más europeista, igualmente reivindicaban las costumbres y los idiomas de sus lugares -como hizo Amancio Prada con Rosalía de Castro-. Componiendo todos ellos un plantel de artistas que fueron dejando obras de un enorme valor, y naciendo así un nuevo estilo de música en España; que tristemente ha sido un tanto olvidada, aunque nunca superada... .
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SOBRE ESTAS LÍNEAS: Dibujo mío a lápiz de Joaquín Díaz, realizado desde una fotografía suya (portada de disco y de su Fundación). Durante los años sesenta y comienzos de los setenta, Joaquín Díaz figuró entre los cantautores de gran éxito, encabezando la tendencia de aquellos que buceaban en el "Folk", o en las melodías populares más antiguas. Tras su paso por los escenarios, dedicó gran parte de su tiempo a la fundación que lleva su nombre, dedicada al estudio de las costumbres de nuestras tierras y campos; recogiendo el patrimonio inmaterial que se va perdiendo (canciones, poemas, cuentos, músicas, trajes y largo etcétera). Actualmente la Fundación Joaquín Díaz tiene sede en Urueña y expone una colección de instrumentos antiguos populares, además de trabajar en la publicación de obras sobre etnografía, las artes, la música, literatura y costumbres comunes al campo y al marco rural.
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Como podemos ver en Joaquín Díaz, estos cantantes y músicos con éxito durante los años sesenta y setenta, tenían un proyecto cultural y social; sin buscar "la fama por la fama", ni menos deseando destacar para ganar dinero. A diferencia de los cantantes de hoy, aquellos eran líderes sociales y en su arte llevaban la verdadera voz de un pueblo que deseaba perpetuarse, cultivarse y permanecer. Todo lo que supone una enorme diferencia con los de nuestra época, que tan solo desean hacerse famosos para figurar en las revistas del corazón o en las listas de los más vendidos. Lo antes dicho, no solo expresa una enorme distancia intelectual, sino sobre todo una gran diferencia espiritual. Pues aquellos que luchaban hace unos cuarenta años por sus ideas y su proyecto -sobre los escenarios pero también en las bibliotecas y en las universidades-, deseaban una España más culta, más cosmopolita y más justa. De tal manera es incomparable la figura de uno de estos cantautores, que contra viento y marea se subían a actuar (en ocasiones jugándose ser arrestados); con la de los del "chunda-chunda" que a día de hoy solo buscan ser famosos para ganar dinero -en su mayor parte, entreteniendo a adolescentes, que les escuchan en un estado lamentable (tras ingerir grandes cantidades de alcohol, o de "peores cosas")-. De cuanto expongo, me atreví a escribir lo que en mi anterior entrada decía y que al parecer a muchos ha molestado. Hablando de una generacion musicalmente idiota; habida cuenta que ni las melodías que actualmente tienen éxito, son auténticas composiciones (ya que en una gran mayoría se deben a técnicas de ordenador); ni la música electrónica puede considerarse música.
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Para comparar la música que difundían los cantautores de los sesenta, con los sonidos creados solo por medios técnicos que hoy tenemos, nos bastará escuchar estas versiones que abajo tenemos.
Primero el Romance del conde Olinos para la cadena japonesa NHK; en la voz de Joaquín Díaz (pulsando enlace):
http://www.youtube.com/watch?v=mon5uRklIBM
Bajo ella incluyo el famoso canto a la democracia de Jarcha, llamado "Libertad sin ira" (pulsar linea azul)
http://www.youtube.com/watch?v=NrROdpJb4Ek
Para finalizar, podremos oir "España camisa Blanca" de Víctor Manuel, con letra del gran poeta, Blas de Otero y cantada por Ana Belén:
http://www.youtube.com/watch?v=p5SOkd0PpAs
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ABAJO: Fotografía de mis padres (Mario Gómez-Morán y Ma. Teresa Santafé) en una tarde del verano de 1968, tras regresar de la playa. Así los recuerdo de niño, cuando en las vacaciones veníamos todos de disfrutar, de bañarnos en el Mediterráneo y de jugar con ellos. Tenía yo uno siete años en el momento de esta imagen y aún la conservo en la retina -posiblemente por ser el tiempo en que quizás fuimos más felices-. Para la generación de mis padres era una novedad estos veraneos en el Mediterráneo, nadando y tomando "baños de Sol": ya que hasta esos años la playa se disfrutaba de otro modo muy diferente. Tan solo permitiéndose ir al mar con trajes cerrados y completos, de los que incluso el "bañador masculino" tenía parte alta (sin poder los hombres enseñar el pecho en las costas españolas hasta bien entrados los años cincuenta y debiendo decirse por ello: "Traje de baño").
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Pero llegaron los sesenta en el que se puso de moda el tejido "laster", las prendas ajustadas y hasta se permitió el bikini. Después, el "boom" del turismo hizo acto de presencia; y año tras año, podíamos ver como los melonares de Valencia y Alicante se convertían en avenidas cargadas de hoteles; mientras las tranquilas playas se transformaban en los nuevos "melonares" (femeniles). Tanto fue el éxito y en tan poco tiempo, que en menos de un lustro pueblecitos de pescadores llenos de encanto (como Benidorm) se convirtieron en urbes cubiertas de torres. Cambiando la imagen y dejando un triste recuerdo a cuantos antes habíamos conocido aquellos puertos y litorales cargados de belleza. Transformados ya en avenidas con construcciones masificadas junto a las playas; todo lo que a muchos nos hizo ver que cuando se progresa economicamente tan aprisa, se puede atrasar culturalmente mucho (al menos estéticamente). Habida cuenta que la belleza del litoral alicantino quedó poco a poco inmersa en aquello que no era más que un barrio semejante a los de las grandes ciudades. Por todo lo que algunos paises (como Italia o Francia) contemplan una política urbanística de costas, impidiendo destruir la belleza natural. Algo que finalmente atrae un turismo de calidad; pudiendo masificarse otras zonas que no dañen el paisaje, o la linea mar. Pese a ello, en España se decidió que el progreso debía hacerse "a toda costa" (nunca mejor dicho) y el daño en muchos parajes antes paradisiacos, ha sido irreversible.
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Porque progresar nunca debe suponer destruir el pasado, debemos plantearnos qué era el progreso para estos jóvenes del 68. Unos años y una época en la que más se debatió si el avance tan acelerado que vivía la humanidad no podría llegar a provocar el caos final. Un desastre nuclear que hoy en día ni siquiera se plantean, pero que en hace cinco décadas era un hecho perfectamente real y un temor que todos tuvimos. Estas y otras preguntas fueron las que se hicieron los artistas e intelectuales de la generación que hablamos, quienes lograron una calidad en sus obras inimaginable. Uno de los más destacados fue Joan Manuel Serrat, del que sobresale un trabajo impecable cantando los poemas de Antonio Machado. Bajo estas líneas y pulsando la linea de enlace podremos escuchar otra de sus canciones más bellas (Mediterráneo), que es armónicamente perfecta. Basada en unos acordes muy hispanos, su estructura sigue la obra de genios como Tárrega; siendo su base armónica muy semejante a la de Recuerdos de la Alhambra. Todo lo que explica e indica no solo la gran calidad musical de Serrat, sino su tradición y su arraigo cultural (algo practicamente inexistente en la música moderna de nuestros días)
http://www.youtube.com/watch?v=_w2WOHs9wG4
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Acerca del origen armónico y perfecto de la canción Mediterráneo, algún lector me ha preguntado, por lo que incluyo esta versión de Recuerdos de la Alhambra (tocada por Andrés Segovia en los años veinte, y época coetánea a La deshumanización del arte). En ella podremos ver cómo los acordes de Mediterráneo responden a la tradición de esta obra, o a la del Concetino de Bacarisse. Estando basados en "MI-RE-DO-RE" sobre las tiples de una guitarra, bajo la guía de un La Menor.
http://www.youtube.com/watch?v=sdaPoUNk5R8&list=RDsdaPoUNk5R8

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3- SOBRE LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTE:

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Pasamos en este tercer epígrafe a tratar algunos aspectos de la obra de Ortega y Gasset en la que comienza diciendo -en su capítulo IMPOPULARIDAD DEL ARTE NUEVO-: "La fecundidad de una sociología del arte me fue revelada inesperadamente cuando, hace unos años, se me ocurrió un día escribir algo sobre la nueva época musical que empieza con Debussy. Yo me proponía definir con la mayor claridad posible la diferencia de estilo entre la nueva música y la tradicional. El problema era rigurosamente estético, y, sin embargo me encontré con que el camino más corto hacia él partía de un fenómeno sociológico: La impopularidad de la nueva música". Tras ello, sigue Ortega exponiendo: "Conviene distinguir entre lo que no es popular y lo que es impopular". Para en la siguiente página escribir: "el arte nuevo tiene a la masa en contra suya y la tendrá siempre. Es impopular por esencia; más aún, es antipopular" . Para sentenciar el tema afirmando poco después que: "divide al público en esas dos clases de hombres: Los que lo entienden y los que no lo entienden (...) El arte nuevo, por lo visto, no es para todo el mundo, como el romántico, sino que va desde luego dirigido a una minoría especialmente dotada, de aquí la irritación que despierta en la masa".
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El párrafo anterior deja bien claro que el deseo de Ortega y Gasset no es tan solo explicar lo que era el arte nuevo de su época (los años veinte). Un decenio en plena efervescencia de los "ismos"; tras el modernismo, con el expresionismo en plenitud y con movimientos como el Dadaismo, Fauvismo o el Surrealismo en desarrollo. Sino lo que el pensador quiere señalarnos es que la diferencia entre el antes y el después de esos días, reside en que durante aquel tiempo ya se había creado un arte para ser disfrutado tan solo por los hombre cultos, al margen del pueblo y sin importar a nadie el criterio "del vulgo" (tal como literalmente expresa). No vamos a criticar su visión, ni menos su impresión acerca de lo que eran "los novismos" de entonces. Pero comenzaremos diciendo que la realidad histórica es a mi juicio diferente; ya que la creación artística apenas se había hecho nunca pensando en la masa. Puesto que hasta nuestros días apenas hubo un periodo en el que el arte fuera para todos y tan solo en algunas etapas muy marcadas -de cierta democratización o apertura social-, los creadores habían trabajado para el pueblo.
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Este es el caso de la Grecia, que disfrutaba del teatro de sus dramaturgos o de las obras musicales que allí los helenos representaban; al igual que ocurría en Roma (donde técnicas artísticas como el retrato en mármol, supusieron una verdadera industria al alcance de muchos). Tras la etapa grecorromana, la creación de cultura para el pueblo desaparece en Europa; y durante la Edad Media los artistas se reservan para las Cortes, los nobles refinados y -sobre todo- para la Iglesia. Siendo así como los sacerdotes, con el fin de evangelizar y de enseñar su credo, generan todo un sistema de esculturas y pinturas, que como negocio y función fue muy semejante al de cine moderno. Ya que con esos retablos, estatuas, tablas o cuadros; enseñaban los evangelios, explicaban la vida de los santos y entretenían a sus fieles (evangelizándolos). Convirtiendo las iglesias en lugares amenos y atractivos, donde gracias a las imágenes y la música, generaban espectáculos litúrgicos; con el fin de que las gentes vinieran desde poblaciones lejanas, a disfrutar de sus misas y oficios.
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Llegado el Renacimiento el arte se popularizó bastante (a la par que la Sociedad, que admitió numerosos gremios de burguesía ciudadana); naciendo así hasta literatura en idiomas romances -desde Petrarca a nuestro Juan del Encina-. Creándose espacios en las ciudades donde las "gentes comunes" podían disfrutar de las artes palaciegas; todo lo que en los siglo XVII y XVIII fue fomentado por los reyes y nobles, que permitían representar las obras escritas para ellos, en las corrales, calles y plazas (debido a lo que la ópera en España se denomina Zarzuela, al tratarse de obras escritas para escenificarse en este palacio-cazadero de los reyes Borbón). Aunque a mediados del siglo XIX -la época de Debussy de la que tanto nos habla Ortega-; muchos artistas no quisieron trabajar para reyes y nobles, por lo que crearon un arte que no fuera admitido por aquellos mecenas. Es decir, que a mi entender, precisamente lo que pretendían autores como Debussy (o posteriormente Strawinsky) no era impedir que el pueblo comprendiera sus obras, sino imponer un arte que no fuera admitido en los salones de los nobles, o de la burguesía (decimonónica y terriblemente cursi, tal como lo eran las "gentes bien" en aquel siglo XIX).
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Por todo cuanto expreso, me atrevería a decir que Ortega y Gasset se equivoca al considerar que el "nuevo arte" está hecho para ir en contra del pueblo; ya que precisamente estos creadores tuvieron en su gran mayoría una ideología muy progresista -o bien se inspiraron en costumbres y sonidos etnográficos-. Por todo lo que en verdad considero que aquellos "ismos" deseaban generar unas obras que no fueran comprendidas por "los cursis de palacio", ni siquiera por los académicos del salón. Cuanto digo, puede corroborarlo la filosofía de esos autores vanguardistas, que en su gran mayoría era muy radical (por no decir que muchos de ellos abrazaron ramas del izquierdismo más extremista). Todo lo que choca con el planteamiento "orteguiano" que podemos recoger definido en palabras del mismo capítulo y donde escribe acerca del nos "novismos": " Durante siglo y medio `el pueblo´, la masa, ha pretendido ser toda la sociedad. La música de Strawinsky o el drama de Pirandello tienen la eficacia sociológica de obligarle a reconocerse como lo que es, como `solo pueblo´, mero ingrediente, entre otros, de la estructura social, inerte materia del proceso histórico, factor secundario del cosmos espiritual. Por otra parte, el `arte joven´ contribuye también a que los `mejores´ se conozcan y reconozcan entre el gris y la muchedumbre, y aprendan su misión, que consiste en ser pocos y tener que combatir contra muchos". Para continuar en el siguiente epígrafe exponiendo que: "No es un arte para los hombres en general, sino para una clase muy particular de hombres que podrán no valer más que los otros, pero que, evidentemente, son distintos".
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SOBRE ESTAS LINEAS: Dibujo mío a lápiz de José Ortega y Gasset, inspirado en una fotografía del pensador. Como podemos leer, en su obra "La deshumanización del arte" el autor considera que las "vanguardias" de finales del XIX y comienzos del XX, se deben a un intento de los creadores por separarse y distanciarse del vulgo. Queriendo los artistas generar obras que solo fueran comprendidas por las gentes cultas y preparadas como ellos. Tanto, que utiliza estas duras palabras -antes leidas- para expresarlo-: " Durante siglo y medio `el pueblo´, la masa, ha pretendido ser toda la sociedad. La música de Strawinsky o el drama de Pirandello tienen la eficacia sociológica de obligarle a reconocerse como lo que es, como `solo pueblo´, mero ingrediente, entre otros, de la estructura social, inerte materia del proceso histórico, factor secundario del cosmos espiritual. Por otra parte, el `arte joven´ contribuye también a que los `mejores´ se conozcan y reconozcan".
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Al margen de no poder compartir la idea orteguiana sobre "el pueblo"; considero personalmente que el deseo de aquellos artistas innovadores a los que el pensador alude en "La deshumanización del arte", fue hacer obras incompresibles para las élites de entonces. Música, pintura, escultura, ballet o teatro, que no pudiera ser entendido ni admitido por la burguesía, ni menos por la aristocracia decimonónica -quienes deseaban un arte tan cursi como decadente-. Siendo así, la intención de aquellos vanguardistas -a mi juicio- no era la de distinguirse del pueblo, sino la de diferenciarse del espìritu rococó, neo-romántico, o del relamido estilo de los salones del siglo XIX. Pasando al "novismo" y promoviendo unas obras comprometidas, sin deberse ni doblegase ante a los mecenas y ni siquiera ante público. Generando arte por el arte, como símbolo social y como enseña de una época plena de cambios y de gran efervescencia; donde el creador debía ser un guía intelectual (y no un servidor de palacio).
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Para comprobar cuanto expreso escuchemos pulsando la linea de enlace, La Consagración de la Primavera; donde comprenderemos que Strawinsky pretende fundamentalmente crear música en estado puro (sin atender a modos, melodías ni antiguas armonías). Ello, por la necesidad de distanciarse de las élites y de demostrar a los que se sentían por entonces ricos, educados y poderosos, que eran incapaces intelectualmente de comprender siquiera un acorde de su desarrollo armónico.
http://www.youtube.com/watch?v=e-MmTyhxdaI
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ABAJO: Una trompeta de las usadas en los pasos de Semana Santa, en Priego de Cuenca. El parecido de estas tubas de cerámica con las trompas (karnics) celtibéricas de hace dosmil quinientos años es asombroso. Todo lo cual no tendría nada extraño si no fuera porque las primeras tubas celtíberas documentadas y estudiadas, datan de fines del siglo XIX (halladas en Numancia y analizadas por el Marqués de Cerralbo). Hasta entonces, no hay documentos que acrediten el conocimiento por estudiosos de este tipo de instrumentos -usados entre las gentes prerromanas peninsulares y mantenidos por la sabiduría popular-. En diversas poblaciones de España se utilizaban estas tubas de cerámica ya en la Edad Media (y durante siglos) para celebraciones fundamentalmente religiosas. Un uso que increiblemente se ha conservado hasta hoy y fielmente reproducido durante miles de años. De tal modo, que incluso los dibujos que adornan estas típicas tubas de Priego, son casi exactos a los que llevan las trompas ibéricas de barro, tanto como son muy parecidos a los que decoran jarros y utensilios cerámicos procedentes de yacimientos del Levante prerromano (Alcudia en Elche, Sueca, Serreta de Alcoy etc.).
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Regresando a Ortega y Gasset, el valor que el pensador otorga al pueblo es muy poco (por no decir ninguno); considerando literalmente que "el vulgo" es "mero ingrediente, entre otros, de la estructura social, inerte materia del proceso histórico, factor secundario del cosmos espiritual". Muy por el contrario, a mi juicio el saber del pueblo (en idioma nórdico: Folk-Loré) creo que es uno de los patrimonios más importantes de los que goza una nación. Ejemplo de ello es esta trompeta de barro cocido que vemos en imagen, cuyo uso hubo de extenderse de padres a hijos durante al menos dosmil años, ya que en nuestras tierras tan solo aparecen en los yacimientos peninsulares celtibéricos anteriores al siglo II a.C.. Del mismo modo, las danzas y músicas populares son algunas de las herencias patrimoniales más importantes. Entre las que destaca el Flamenco -como melodía, poema y baile-, constituyendo una de las joyas etnográficas de España. Habiendo sido la fuente de inspiración de compositores tan importantes como Tárrega, Manuel de Falla, Albéniz, Granados o el mismo Joaquín Rodrigo.
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Por cuanto antes expongo, no podemos estar de acuerdo ni con la visión "orteguiana" del pueblo como "vulgo inerte"; ni menos con el valor insustancial que el autor de "La deshumanización del Arte" otorga a estas gentes comunes. Ya que, como decía Machado, el pueblo no es el vulgo; habida cuenta que "popularizar nunca debe ser lo mismo que vulgarizar". Tanto es así, que mientras el Flamenco clásico, es -a mi juicio- exquisito y refinado (por muy popular que fuere); las danzas de salón decimonónicas, me parecen tan vulgares como insulsas y tan cursis como insustanciales. Por cuanto mucho más vulgar debía ser un "húsar" vestido de uniforme danzando el Vals hace cien años; que una gitana descalza bailando una zambra bien tocada.
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Para comprender el refinamiento del Flamenco, escuchemos (pulsando el enlace abajo) estos toques por Panaderos de Paco de Lucía. Un ritmo que también fue conocido como "Bolero Clásico" y que es uno de los que genera la llamada escuela clásica flamenca -Escuela Bolera-, en la que se inspiraron la gran mayoría de los compositores españoles de los siglos XVIII al XX.
http://www.youtube.com/watch?v=X8QBR799vQk&list=RDX8QBR799vQk
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4- DE LO POPULAR Y DE LO VULGAR:
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Continuará Ortega con planteamientos similares a los ya descritos, hablando en el mismo capítulo de su obra, de este modo: "He aquí por qué el artista nuevo divide al público en dos clases: Los que entienden y los que no entienden; esto es, los artistas y los que no lo son. El arte nuevo es un arte artístico". Palabras a las que me gustaría añadir que aquel arte vanguardista de principios del siglo XX era fundamentalmente una creación afectada por los movimientos sociales y por las ideologías progresistas; deseando el artista fundamentalmente divorciarse del mecenas y no tanto del pueblo. Procediendo el rechazo que el creador sentía hacia el público, de cuanto normalmente debían vender su obra al criterio de la masa y no de los entendidos. Por lo que de querer separarse el creador de la mayoría social, era fundamentalmente por la razón de que esta suele ejercer una tiranía, deseando la mediocridad y no la calidad -pagando mejor lo que todos entienden, que aquello cuanto nos hace soñar o pensar-. Confundiendo esa mayoría generalizada la democratización del arte, con la "mediocratización" de los artístico; es decir, creyendo que lo mejor es lo que más se vende y que se debe generar una cultura que todos entiendan. Algo muy distinto a lo que realmente ha de ser el espíritu del creador, quien debe vivir adelantado a su época y marcar las tendencias de tiempos nuevos. Cuanto digo lo corroboran las palabras del mejor simbolista de las letras españolas (Juan Ramón Jiménez), quien dedicaba sus obras con el encabezamiento: "A la minoría, siempre". Considerando que tan solo unos pocos podrían entenderlas. Lo que no significa minusvalorar al pueblo, sino considerar que ni la burguesía común, ni las élites adineradas de su època (ni menos las gentes comunes) estaban movidas por sentimientos cercanos al poeta; que se guiaba por otros derroteros muy distintos a quienes no necesitan soñar para sobrevivir.
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Acerca del sentimiento sobre "el significado del arte" y del "vulgo", habla Ortega nuevamente en su epígrafe intitulado "COMIENZA LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTE"; que contiene un párrafo destacable, en el que escribe: "Cree el vulgo que es cosa fácil huir de la realidad, cuando es lo más difícil del mundo. Es fácil decir o pintar una cosa que carezca por completo de sentido, que sea ininteligible o nula: Bastará con enfilar palabras sin nexo, o trazar rayas al azar. Pero lograr construir algo que no sea copìa de lo natural y que, sin embargo, posea alguna sustantividad, implica el don más sublime" . Dos son las ideas que plantea el pensador en las anteriores frases: La primera, que el "vulgo" cree que es fácil huir de la realidad (quizás considerando que al que nada estudia y poco piensa, poco le importa el mundo; bastando con emborracharse para escapar de la realidad). La segunda concierne al arte, exponiendo Ortega que aquello que es irreal o no copia la naturaleza, si no contiene una gran imaginación o recursos, será una simple sinsustancia.
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Evidentemente, la mezcla de ambas ideas en un mismo concepto -La facilidad para las gentes vulgares de huir de la realidad, unida a la dificultad del pintor o del músico para no seguir el modelo clásico- es un aforismo que explica, según el autor, por qué las gentes comunes son incapaces de entender el nuevo arte. Por cuanto el vulgo no comprenderá nunca la dificultad del artista para generar algo que escape de lo natural... . Algo que a mi juicio más parece una paradoja, en la que su planteamiento ya cierra la posibilidad de respuesta; pues más verdadero debe ser que las gentes comunes simplemente no desean evadirse de la realidad. Ello, porque el mundo les es grato y aceptan la vida tal como es; todo lo que no les otorga más que la denominación de personas normales. Es decir, que se trata de gentes comunes; y como tal, individuos sin problemas, que aceptan la vida y que no necesitan huir del Mundo (porque le gusta o porque no les plantea dudas ni angustia).
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Muy distinta es la mente del artista, quienes en su gran mayoría son enfermos psíquicos o emocionales -sufriendo desde melancolía crónica, hasta angustia vital interminable; y desde depresión, a las euforias más inenarrables-. Por cuanto aquello que Ortega denomina "el vulgo" en verdad ha de traducirse por "personas normales" en el pleno sentido del término y a la que no le preocupan grandes problemas metafísicos, sociales y ni siquiera personales... . Gentes que van a los suyo y viven el día a día; y por ello, lo que ha de comprenderse como vulgar para Ortega, no debe de confundirse para nada con lo popular. Ya que en las élites o en el pueblo, entre los ricos o entre los pobres; hay vulgares y no vulgares (sin relacionarse la vulgaridad con el origen o adscripción de las gentes: De ciudad o de pueblo, urbanos o rurales, ricos o pobres...).
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Tras las disertaciones antes expuestas, pasa Ortega a referir la lucha generacional de su tiempo; quizás sin reparar mucho que durante aquellos años veinte, los europeos habrían dejado de creer ya en sus mayores (en sus predecesores), por cuanto habían sumergido a sus hijos en la terrible Gran Guerra. De tal modo, en las siguientes páginas "La deshumanización del arte" contiene frases como la que dicta: "¿Por qué han de tener siempre la razón los viejos contra los jóvenes, siendo así que el mañana da siempre la razón a los jóvenes frente a los viejos?" . Para terminar poco después escribiendo: "Me parece que la nueva sensibilidad está dominada por un asco a lo humano en el arte, muy semejante al que siempre ha sentido el hombre selecto ante las figuras de cera. En cambio, la macabra burla cerina ha entusiasmado siempre a la plebe. (...) ¿Qué significa ese asco a lo humano en el arte?" . Terminando la obra con pensamientos lejanos a los que antes expresaba, apoyando a los jóvenes contra los viejos al escribir: "Todavía en mi generación gozaban de gran prestigio las maneras de la vejez, El muchacho anhelaba dejar de ser muchacho lo antes posible y prefería imitar los andares fatigados del hombre caduco. Hoy los chicos y las chicas se esfuerzan en prolongar su infancia y los mozos en retener y subrayar su juventud. No hay duda: Entra Europa en una etapa de puerilidad" .
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Finaliza el pensador su ensayo con las frases: "Todos los caracteres del arte nuevo pueden resumirse en este de su intranscendencia, que, a su vez, no consiste en otra cosa sino en haber el arte cambiado su colocación en la jerarquía de las preocupaciones o intereses humanos" (...) "La aspiración del arte puro no es, como suele creerse, una soberbia, sino, por el contrario, gran modestia al vaciarse el arte de patetismo humano queda sin transcendencia alguna -como solo arte, sin más pretensión-". Algo que por sí mismo expresa el poco convencimiento que el propio Ortega siente frente a estos nuevos movimientos artísticos... Unas incongruencias de la obra que antes igualmente vimos referidas, pues trás afirmar que los jóvenes siempre tienen la razón frente a los viejos, poco después nos dirá como Europa está pueril y tonta, con gentes preocupadas tan solo de conservar su niñez o la juventud. De un mismo modo, al considerar las vanguardias deshumanizadas e intranscendentes, en sí mismo estas dejarían de ser arte; puesto que las dos categorías más imprencindibles para que una obra pueda ser considerada artística, será que contengan belleza o que sublimen la realidad. Por cuanto aquello que está deshumanizado y carece de transcendencia (de sentimientos humanos), dificilmente puede ser bello ni menos sublime; entrando tan solo en el terreno de lo técnico (lo experimental) o lo grotesco (lo extraño y divertido).
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ARRIBA: Cartel sobre la exposición realizada en Valladolid este verano, dedicada al dibujo animado (conteniendo obras principalmente de Walt Disney, de la colección Luciano Berriatúa). Evidentemente, si atendemos a lo transcendente de un arte, uno de los menos transcendentales será este dedicado a las películas para niños. Pese a la calidad que algunos modelos presentan, su intención es puramente pueril y sin más sentido que divertir al que lo observa. Aunque habríamos de plantearnos si las figuras románicas -en sus inicios- no tuvieron un sentido muy semejante; pretendiendo muchas de ellas tan solo divertir o mostrar historias que los monjes explicarían a quienes se acercaban a los templos (en ocasiones narraciones bíblicas, pero en múltiples casos con figuras mitológicas; incluso conteniendo el románico escenas obscenas y hasta vulgares). Por todo cuanto clasificar el arte deshumanizado como lo intranscendente, es más que difícil; ya que el siglo XX es precisamente la centuria de la intranscendencia.
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Pese a ello, para plantearnos qué es lo intranscendente, invito a los lectores a ver este video de la película de Disney, "Fantasía" en la que dibujos animados interpretan y bailan el segundo movimiento de de la sinfonía Pastoral, de Beethoven. Veremos así como en los años cuarenta, cincuenta (y hasta los sesenta); estas artes del cómic contenían un gran arraigo cultural, tanto como para haber aficionado a la música clásica a millones de niños. Todo lo cual es más que transcendente... .
http://www.youtube.com/watch?v=l_EDBM1tOEo
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ABAJO: Tejados en Pastrana. Muestra del arte popular son los tejados de los pueblos españoles; deformes, desiguales, cargados de barro e historia y cuya belleza es incomparable. En mi opinión, confundir lo popular con lo vulgar sería como determinar que es público, todo cuanto se ha publicado. Puesto que algunas de las obras de arte más bellas de la Historia se han hecho por la mano del pueblo y gracias a miles de creadores anónimos; quienes durante cientos de años (en ocasiones, durante milenios) han ido repitiendo los mismos modelos, hasta llegar a una perfección y un sentido estético inigualable.
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Como inigualable fue la inspiración que iluminó a autores de la talla de Albéniz, observando lo bello y lo sublime, de lo popular en España. Componiendo música nacida de las fuentes del Regenacionismo español; un movimiento filosófico, artístisco y político que curó socialmente a nuestra nación a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Inspirándose en las raices y en el folklore, pero transportándolo hacia el mundo de lo culto y de lo refinado; tal como deseaban hacer con la sociedad hispana aquellos regeneracionisas.
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De Isaac Albeniz, podemos escuchar la preciosa pieza "Granada" interpretada por el genial Manuel Barrueco, pulsando enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=8-tcyZnYTxc
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5- EL FIN DE SIGLO; DE LA LIBERTAD AL "DESCONTROL" (tradición y plagio):
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Llegamos ya a la parte última de nuestro artículo de hoy, en el que para terminar hemos de plantearnos si los puntos que tocaba Ortega -hace casi cien años en "La deshumanización del arte"- no son unos mismos temas que hoy en día quedan por resolver. Ya que entre aquellos se mantiene la mencionada intranscendencia de la creación, junto al deseo del artista por destacar sobre el pueblo (pensando aún el que pinta, esculpe o compone; que cuanto menos sea comprendido por "todos", su obra será mejor y de mayor calidad). Un concepto de superioridad frente al pueblo, que ha generado un tipo de creaciones en las cuales lo más importante es el autor (siempre que el este tenga gran fama). Por todo lo que existen cuadros en los museos con un simple un lienzo en blanco y con la firma bien destacada. Al igual que se presentan piezas musicales incomprensibles y de las que tan solo el público recuerda o entiende el nombre del que las suscribe. Tanto es así que podemos decir que el arte ha pasado de las vanguardias de comienzos de siglo XX a las retaguardias de principio del XXI. Habida cuenta que tras inventarse todo lo inventable, a día de hoy, cualquier innovación ya no despierta ni el más mínimo interés del público (del crítico o del coleccionista).
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Una situación completamente diferente a la que existía en los años sesenta y setenta, en los que autores de clásico, folklore y moderno eran una cumbre histórica. Ello quizás porque el arte pop y novedoso estaba cargado de tradición, clasicismo y cultura (como hemos podido ver en las canciones de Serrat); mientras el folklore se hacía eco y se incorporaba a las vanguardias clásicas. Manteniendo el mundo clásico hispano de aquellas décadas una herencia plena legada desde las generaciones predecesoras: Las del 27 y del 14, así como la del 98. Gozando España de una pléyade de ilustres literatos hasta hace tan solo treinta años -con la generación del medio siglo-, de magníficos pintores, al igual que de músicos inigualables. Pero aquella herencia se rompió desde el momento en el que el artista quedó descomprometido (social y culturalmente). Tanto que a los modernos y vanguardistas de los ochenta o noventa, no le preocupó que su obra fuera una simple repetición de las anteriores; al igual que el clásico sintió igual que cuanto hiciera ya no tuviera ni modificación ni arraigo pleno (importando más un intérprete que un creador). Pareciendo absolutamente cierto aquel aforismo de Eugenio D´Ors, en el que el genial novecentista afirmaba que "todo lo que no es tradición es plagio"; habida cuenta que quien no sepa heredar su cultura, la copiará fatal; y por lo tanto tendrá una calidad intelectual pésima.
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Según lo expuesto en el párrafo anterior, se comprenderá que gran parte de la crisis del arte se produjo en los últimos treinta años, ya que hasta entonces la creación (clásica, popular y moderna) gozaba de una perfecta salud. Siendo así, hemos de plantearnos qué ha podido sumir en esta decadencia sin retorno a la música, la pintura o a la escultura. Todo lo que parece tener fácil respuesta, pues en mi opinión fueron dos los motivos del hundimiento del la nave de la creatividad: Por un lado, la divulgación y abaratamiento de los medios audiovisuales o de los electrónicos (de grabación, copia, creación o difusión). En segundo lugar, la falta de un proyecto intelectual o del deseo de cambiar la Sociedad por parte del que crea; todo lo que genera artistas que tan solo busquen la fama, vender sus obras bien, o destacar socialmente -sin considerar el arte como un medio de cultivar las mentes, de hacer crecer espiritualmente o de denuncia social (usándo sus obras como pura industria y mercancía)-.
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En lo que se refiere al primer punto, me viene de nuevo a la mente esa repetida frase de Einstein, quien nos decía que en el momento en que las máquinas superasen la interacción creativa del hombre, nacería una generación de idiotas. Ello es lo que suecede exactamente en la música discotequera, donde a día de hoy todo se hace por métodos electrónicos y sin contar ya con un solo factor humano (o verdaderamente artístico y humanista). Sobre el segundo aspecto (la falta de compromiso social del artista), el problema en Occidente surge cuando durante los años ochenta se logran superar o alcanzar las metas deseadas desde hacía decádas. Tanto que aquello que antaño parecía una utopía hoy es más que un hecho cierto. Aunque el resultado ha sido que muchos de los planteamientos de los sesenta y setenta, fueron llevados hasta un punto tan radical, que no se han previsto las consecuencias finales.
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BAJO ESTAS LÍNEAS: Lateral del Casón del buen retiro en cuyas paredes se halla escrito el aforismo de Eugenio D´Ors: "TODO LO QUE NO ES TRADICIÓN ES PLAGIO". No es extraño que en la fachada del pabellón adjunto al Museo del Prado, se inscriba esta frase. Pues en su interior esperan las pinturas más importantes del último siglo, para que -trascurridos cien años desde la muerte del autor- puedan los directores de la entidad juzgar si han de llevar esas obras -ya centenarias- al Prado. Este juicio salomónico que aplica la pinacoteca -quizás la más importante del Planeta-, es un dogma ineludible para colgar un cuadro entre sus paredes; siendo imprescindible que el pintor haya desaparecido cien años antes. Una inteligentísima medida o prerrogativa del Museo del Prado que nos enseña como las artes de calidad necesitan al menos de un siglo para ser comprendidas, valoradas y juzgadas en su justa medida.
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Sobre lo que anteriormente decíamos y para entender la importancia del paso del tiempo en el arte, querría destacar que hace cien años la música clásica de más éxito, eran las zarzuelas y operetas. Tanto que sus compositores (Guerrero, Chueca etc), se hicieron dueños de algunos de los teatros donde se representaban -edificios de la Gran Vía tales como los palacios de la música o capitolios-. Pese a ello, otros músicos que vivían en esa época la bohemia y casi en la penumbra, son los que hoy más escuchamos y valoramos. Este es el caso de Albeniz, del que pulsando el enlace de abajo, podremos oir una maravillosa versión de su obra "Sevilla" interpretada por Manolo Barrueco).
http://www.youtube.com/watch?v=02d21Q9MTjs
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Ejemplo del mal enfoque en algunos de los planteamientos de los años sesenta (sin valorar bien sus consecuencias) es el de las drogas, que hace años gozaron de una gran permisividad por parte de los "mas avanzados". Aunque su divulgación entre la juventud cuatro décadas atrás, tenía su origen en el uso de narcóticos en las guerras de aquel decenio (extendiéndose por quienes participaron en conflictos como los del Vietnam). El hecho cierto es que cuarenta años antes tan solo una minoría las consumía, o cuando lo hacían, solía ser en momentos circunstanciales y a partir de una edad madura. Mientras, hoy, se extiende el uso y consumo abusivo de todo tipo de drogas en España y a todas las edades; iniciándose en ellas los chicos en la pubertad, provocando este problema decenas de miles de adictos anuales y de daños cerebrales. Ello, unido a una permisividad ya incontrolada en muchos aspectos, hace que los jóvenes no tengan metas ni ilusiones y que para divertirse estén incapacitados ya para escuchar a Bach o a Beethoven -pues una vez "colocados", sus mentes no dan más que para oir un "chunda-chunda" electrónico, que bailan como si fueran zoombies-. ,
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Esta situación que vivimos, en la que al parecer "ya se ha logrado todo y nada ha de mejorar", ha generado hacia una relajación espiritual de tal grado que las únicas artes que se admiten en nuestros días, son las que carecen de ingenio, o las que no precisan de reflexión ni de cultura. Por cuanto aquella frase de Marx que afirmaba "La religión es el opio del pueblo", debe tener mucho de cierto. Ya que las personas que no creen en nada, no tienen ilusiones, ni desean mejorar su Sociedad -o luchar por algo nuevo y distinto-; terminan teniendo que sustituir las creencias o la filosofía, por las drogas. Algo absolutamente lógico, pues la vida -su final y sus problemas- es tan dura; que aquel que no tiene creencias o principios muy sólidos, habrá de ir al opio, al carecer donde aferrarse. Esta proliferación de las drogas ha hundido la creatividad; y a ello se ha sumado la circunstancia de que el capitalismo tiene mucho de tontería, convirtiendo finalmente todo en mercancía (hasta el arte y las ideas) -todo lo que expreso con verdadera pena; porque yo (personalmente) me siento de Derechas, creyendo en la economía de libre mercado-.
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De tal modo y sin el deseo de catastrofismo, creo que la conclusión final a determinar es que si el arte en época de Ortega y Gasset estaba deshumanizado; en nuestros días se halla "inhumanizado"; uniendo esta última voz la expresión "inhumar" con "inhumano". Pues lo poco que interesa a los jóvenes el arte en nuestros días, es tan solo comparable con la cantidad de genios que están apartados de toda atención y recursos. Habida cuenta que no hubo un tiempo en el que se tocasen mejor los instrumentos, ni que las orquestas interpretasen con mayor calidad las obras (a la actual). Pero tampoco hubo otro en el que a las personas les interesase menos la música de calidad -sea moderna, antigua, culta o popular-. Pues ya lo único que parece despertar el interés es el "chunda-chunda"; todo lo que es lógico que exista, porque el arte para divertir y bailar es absolutamente necesario; aunque lo que es abominable es que no proliferen más que este tipo de expresiones artísticas.
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Por todo cuanto escribo, sería absolutamente deseable que un movimiento de regeneración brotase entre la juventud y salieran al unísono a gritar: "no a las drogas"; o "no a la cultura barata"; tanto como "no a la aculturación". De un mismo modo que hace décadas los jóvenes gritaban "no a la guerra" o "no a las dictaduras"; y que así las gentes de hoy pudieran lograr deshacerse en el mañana de estos nuevos yugos que actualmente aferran sus cuellos y les uncen a la esclavitud a la que todo inculto -o todo adicto- está condenado.
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BAJO ESTAS LÍNEAS: Un pequeño poema que envié como pésame a Algeciras, hace unos meses y con motivo de la muerte de Paco de Lucía. A este insigne maestro de la guitarra flamenca también dediqué algunos de los artículos que escribí sobre música en esos días. Luego, aprovechando unas de mis visitas a Toledo, tomé esta fotografía bajo la que coloqué unas palabras de recuerdo. Porque Paco de Lucía tuvo una preciosa casona en una de las plazas más bonitas toledanas, junto a Santo Domingo y frente al convento que guarda la tumba de El Greco.
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Pulsando el enlace siguiente podremos oir a Barrueco interpretando a Falla y a Agustín Barrios. Aunque también en el minuto diez de la grabación, toca una versión suya de una canción de los Beatles (Lucy in the Sky, transportada a la guitarra barroca de Barrueco -y valga la redundancia-)
http://www.youtube.com/watch?v=Ml7tbFF3ivE

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