viernes, 9 de enero de 2015

DE LA CIVILIZACIÓN DEL "GAMBARU", A "LA CULTURA DEL PELOTAZO" (PRIMERA PARTE: Lo que se aprendía en el campo cuando yo era niño).

A los nacidos en "mi tiempo" (los años sesenta): Por tanto como fueron fustigados con la aparición de las drogas en España y por cuanto se vieron anulados ante "la cultura del pelotazo".
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: De nuevo, otras imágenes del famoso monte Santa Cruz de la Sierra -entre Trujillo y Miajadas-; promontorio donde dice la leyenda, fue enterrado Viriato. Una historia que comentábamos en nuestra anterior entrada y que me transmitieron los pastores de la zona de Madroñera, cuando yo era muy pequeño. Esas narraciones sobre Viriato, que comunmente contaban las gentes del campo en esta parte de Extremadura; fueron las que hicieron nacer en mí el interés por la arqueología. Una afición que con el paso del tiempo se hizo pasión y que terminó fraguando en mis investigaciones sobre Tartessos -algunas de las que podrán encontrarse en el siguiente enlace (VER PULSANDO LA LINEA AZUL: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2013/03/indice-de-entradas-con-algunas.html )-.
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Así, cuando estaba en Madroñera y apenas había cumplido yo los seis años de edad, escuchaba atentamente por las noches esas conversaciones que mantenían los cuidadores de rebaños. Quienes tras dejar el ganado en el redil (o a buen recaudo), se entretenían hablando sobre el pasado. Comentando -reunidos, cenando-, cosas de héroes o de santos; pero principalmente, hablando de Viriato. Todo ello sucedía en sus chozos y alrededor del hogar; una hoguera cuyos humos emergían hacia el ojo central del techo abierto, por donde se divisaba parte del cielo -creando sombras con reflejos que bien nos parecían ánimas que bajaban, visitándonos desde el firmamento-. Allí les escuchábamos los niños; nerviosos, acurrucados y echando frutos sobre las brasas (principalmente bellotas o castañas). Así, bajo la luz de las llamas, sus chasquidos y la leyendas; en ocasiones tan solo aguantábamos abrazados entre nosotros, o tomando de la mano a los pastores. Porque sus conversaciones -bajo esos tejados de chozo, con vanos al cielo-, provocaban tal miedo, que después no encontrábamos modo de dormirnos. Incluso, había quienes durante la noche no podían salir de los camastros -por el terror de lo escuchado- y se hacían sus necesidades encima. Amaneciendo la zona infantil siempre regada por algún "cagón" (o "meón"); tal como por entonces se les llamaba... .
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Pasó el tiempo y llegué a considerar estas historias que me contaron en los campo de Madroñera (Trujillo o de Zorita); meros cuentos e invenciones sobre el pastor y general lusitano. Pero con la edad, pude comprobar que aquellas pudieron tener una enorme base histórica. Siendo probablemente episodios transmitidos oralmente -de padres a hijos- durante milenios. Tanto que los arqueólogos, en el siglo XX situaron definitivamente el último lugar de refugio de Viriato en estas tierras llamadas Las Villuercas. Estribaciones montañosas entre el Puerto de Guadalupe y el de San Vicente, donde el lugarteniente lusitano tenía su base de operaciones. Allí, en aquellas llanuras donde hoy sabemos se dieron las campañas finales de Viriato; había escuchado yo de niño las narraciones sobre ese pastor guerrero. Contadas por sus sucesores, quienes cuidaban del ganado extremeño y quienes como él, vivían junto a las Villuercas (en tierras de Madroñera y de Trujillo -donde tan feliz fuí, de niño-).
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En la fotografía bajo este párrafo, hemos marcado tres puntos de enorme interés arqueológico: A la izquierda, la población de Ibahernando, donde existe una Villa romana y se halló una estela de la Edad del Bronce reutilizada en etapa de Roma. En el centro, el pico de San Gregorio, donde decían los pastores de Madroñera y Trujillo que estaba la tumba de Viriato. A la derecha, el pueblo de Santa Cruz de la Sierra, en cuya plaza mayor se encuentra una casa en cuya fachada hay una estela funeraria que meciona a un Viriato y que se considera la losa de tumba del caudillo lusitano.
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A) "COSAS" QUE DE NIÑO ME ENSEÑARON LOS PASTORES:

Antes de comenzar, desearía recoger entre los comentarios de las primeras fotos presentadas, algunos de los relatos y sucesos que me comentaron las gentes del campo de Extremadura. Ganaderos, agricultores o simples trashumantes, que con un enorme cariño me transmitieron su forma de vida y parte de sus conocimientos. Todo lo que sucedió cuando yo apenas había cumplido los diez años y mientras me recogían con gran generosidad entre ellos durante mis vacaciones. Llevándome por las tardes -o durante las noches- a sus chozos; compartiendo conmigo sus comidas, sus fiestas, su vida; e incluso, sus labores.
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Deseo mostrar en ello -de algún modo-, lo que García Lorca llamaba "cultura en la sangre"; es decir: La capacidad de transmitir una civilización por medio de la palabra, del recuerdo, el cariño, o de la amistad. Ya que por aquel entonces bastaba con hablar y estar entre aquellos, para culturizarse y adquirir grandes conocimientos sobre el pasado de su tierra, de la Historia o acerca del significado de nuestra civilización. Pese a ello; nada de lo que uno aprendía en el campo (o en los pueblos) se contenía en los libros, ni menos podía enseñarse o explicarse en los colegios -ni en las ciudades-.
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Culminaba por entonces (en los años sesenta) la esquizofrenia social que separó definitivamente lo rural de los ciudadano. Crisis que se iniciaría con la Revolución Industrial, dividiendo el barrio del pueblo y el campo de la urbe; lo que tras casi dos siglos de evolución y quiebra, llegaría a su climax a mediados del siglo XX. Escindiéndose definitivamente la cultura popular frente a la ciudadana, tras la llegada del plástico y al terminar por entonces la Edad de los Metales. Comenzando así una Era que mucho denominan nuclear -pues comenzaría con el uso de armamento y energías atómicas-, pero que en verdad se trata de la Edad del Plástico... (en que hoy vivimos). Pese a ello, aún de niño, pude ver, observar y conocer; muchas formas de vida plenamente ligadas a la Edad del Bronce o la del Hierro -incluso a las de piedra-. Usos y modos de sentir y subsistir neolíticos y de los metales, tan puros como auténticos; donde el hombre dependía del medio, de los animales que dominaba, del campo que gobernaba, o de cuanto durante milenios su civilización le había entregado como herencia.

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ARRIBA: En la fotografía anterior veíamos el Monte de Santa Cruz de la Sierra -sito en el municipio de igual nombre (Cáceres)-; observado durante su atardecer y precisamente desde los lugares en que los pastores me narraron hace casi cincuenta años las historias sobre Viriato. Una imagen tomada en los campos y caminos que van de Zorita a Madroñera, en un lugar muy próximo al que vió morir a Fernando el Católico -mil setecientos años después de las gestas de los lusitanos contra Roma-. Monarca de Aragón y consorte Castilla, que feneció tras abusar de las Viagras de su época; afrodisacos que por entonces se realizaban con criadillas de toro; o más bien con la famosa "Spanish Fly". Mosca española antaño denominada cantárida (Lytta vesicatoria) y de la que el rey Fernando abusaba, en sus repetidos intentos por procrear otro hijo varón con su última mujer (la navarra de Foix -famosa por sus carnes y sus "germanías" que arruinaron después a Valencia-).
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Y es que el "bueno" de don Fernando -que por entonces se hacía llamar "V de Castilla", con el fin de quitar el trono a su hija Juana I- ; ya había tenido un vástago con su jóven esposa: Germana, la ahijada del peor enemigo de España (el rey de Francia). Aliándose con aquel monarca Galo al poco de enviudar de Isabel; debido a que ese testarudo aragonés deseaba procrear una nueva linea sucesoria, propia y al margen de la nacida como gobernantes de Castilla. Todo lo que preparaba al final de sus días; aunque con ello y a su muerte, quedasen los reinos hispanos sumidos en guerra civil. Pero parece que Fernando no lo consiguió, por mucho que se alimentase de una dieta a base de Mosca Española con criadillas. O bien por haber quienes "lograban hacer desaparecer" a los hijos nacidos de esta unión con Germana; para que "murieran" recién nacidos y que su existencia no provocase más crisis dinásticas, ni territoriales.
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Tal como afirman algunos historiadores, la mayor parte de los que dirigían por entonces los designios del Estado español, estaban conmocionados frente a un rey como Fernando. Anciano y comiendo a todas horas testículos animales -mezcados en cantárida- con el fin de procrear nuevos vástagos. Por lo que curiosamente y de camino hacia el capítulo de Guadalupe; ese monarca no deseado por casi todos los que le rodeaban (incluyendo familiares). Murió en un lugar apartado, tras varias corridas -de toros- y de "un entripado", provocado seguramente por los guisos de turmas... . Quizás fuera envenenado por pócimas de aquella "Mosca Española", aunque más bien parece que fue abandonado a su suerte en un lugar remoto; tras sus repetidos intentos de volver a engendrar prole con la nueva esposa (para destronar de Aragón a los descendientes suyos con Isabel). De tal modo, pereció Fernando II en una población cercana a Las Villuercas, donde con cariño se mantiene el recuerdo de como expiró allí el poderoso.
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Murió ese rey llamado El Católico en una humilde casa de Madrigalejo (entre Logrosán y Madroñera), pueblo donde áun se conserva parte de la fachada de la vivienda que recogió los últimos momentos del su "caótica" Majestad -tanto... Que inspiró El Príncipe, de Maquiavelo-. Vivienda muy modesta y que podemos ver en la imagen bajo estas líneas; donde el 23 de Enero del año próximo (2016) se conmemorará la efemérides de los quinientos años desde la muerte del famoso marido de Isabel. Un rey que aquello que con tanto "ahinco" intentó unir en su juventud; ya de viejo, pretendió separarlo (creando una nueva dinastía propia -ajeno a las consecuencias que ello hubiera tenido-). Todo lo cual quizás le valió un envenenamiento con cantárida; lo que venía a ser como dar a un poderoso hombre de hoy, una viagra comprada en un "todo a cien"... . 

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SOBRE ESTAS LINEAS: Estela de la llamada "Tumba de Viriato". Tal como decíamos anteriormente, las leyendas narradas por aquellos pastores tenían una enorme base histórica. Tanta que años después pude comprobar que en la Plaza Mayor de Santa Cruz de la Sierra (junto al monte donde se decía estaba enterrado el general de Lusitania) se conservaba un ara de época romana con el nombre de ese caudillo. Un hecho que ya recogía Antonio Ponz hacia 1767, en su libro "Viage de España"; quien comenta la existencia de aquella lápida dentro del municipio. Situándola en el interior de una casa y no a la vista de todos, tal como actualmente se expone. Encontrándose en nuestros días sobre la fachada de una vivienda, sita en la plaza principal (en la que hay tres losas romanas). Pudiendo leerse en el ara central una inscripción cuya traducción común suele interpretarse como: "Viriato. Hijo de Tancino. Yace aquí. Que la tierra te sea leve"
VIRIATVS / TANCINI
F(ILIVS).HIC.S(ITVS).E(ST)
S(IT).T(IBI).T(ERRA).L(EVIS)
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Estas leyendas conservadas antaño entre los pastores (y hoy en nuestros escritos) las recogen los actuales compiladores de relatos y misterios de Extremadura. Quienes incluso narran que fue en el Pico de San Gregorio donde murió el general luso -traicionado por sus tres correligionarios (Audax, Minuro y Ditalco)-. Aunque hemos de añadir que -personalmente- a mí me aseveraban quienes me transmitieron la misma historia; que el héroe cayó asesinado bajo las faldas de la montaña, mientras dormía con la coraza puesta, tal como siempre hacía. Por todo cuanto ese lugar y población tomo el nombre de Santa Cruz -rememorando aquellos tres Judas que lo mataron a traición-. Habiendo sido enterrado el general, en el referido Pico de San Gregorio; el alto más próximo a aquella población donde aún conservan el ara romana con el nombre del pastor guerrero. Un promontorio que podemos ver señalado en la segunda fotografía -de la presente entrada-; en la que he marcado el punto exacto en que las genetes de Madroñera afirmaban estaba la tumba del dux ibérico. 

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ABAJO: Otra de las estelas de Viriato, hallada en la localidad de Brozas de la Aliseda, y actualmente en el museo de Cáceres. Su inscripción dicta posiblemente "VIRIATO, hijo de LOVESIO", y fue encontrada en el kilómetro doce de la carretera entre Brozas y La Aliseda. Todo lo que concuerda con rituales que realizaban los romanos, quienes para humillar a los iberos solían utilizar las estelas mortuorias y ponerlas bajo las calzadas, a modo de losas de drenaje; acabando de ese modo con las necrópolis de pueblos que habían dominado tras fuertes luchas.
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En este caso, podría tratarse de un homónimo coetáneo del caudillo ya que el nombre de Viriato debía ser común entre los lusitanos; pues -al parecer- significaba "el que lleva torques". Teniendo un sentido cercano a aquel que estaba coronado o condecorado; porque sabemos que los celtas (en este caso los Vettones o los Lusitanos) utilizaban los collares y torques de gargantilla, a modo de insignias y coronas. Una costumbre absolutamente indoeuropea por cuanto desde los escandinavos hasta los persas -en el siglo V a.C.-; portaban torques en las manos y en el cuello como símbolos de poder (tal como podremos ver en los bajorrelieves de Persépolis o bien en el caldero de Gundrestrup).

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Sea como fuere, la narraciones de Viriato entre los pastores y las gentes de la zona de las Villuercas (o de otras partes de Extremadura, como La Aliseda) eran muy anteriores al hallazgo de estelas como la que vemos sobre y bajo estas líneas. Sabiéndose que ya en los siglos XVI y XVII hay menciones a los lugares donde suponían que el militar luso había vencido y luchado contra Roma. Aunque la localización por la arqueología de los refugios del general lusitano en las cercanías del Puerto de San Vicente, fue muy posterior. Unos hechos y datos que comprobaron los científicos tras los primeros estudios de Schulten sobre el mítico caudillo ibero -llevados a cabo hacia 1920-. Constituyendo la memoria conservada sobre el guerrero luso entre las gentes de Las Villuercas, una tradición oral y consuetudinaria, que había pasado de padres a hijos durante más de dos mil años, hasta nuestro siglo. Todo lo que demuestra una vez más, que la Historia se enfrenta a la leyenda, debiendo investigar cuanto de cierto tiene el mito. Tal como sucedió con Troya, con Cnossos, o con tantos otros héroes legendarios que gracias a la ciencia terminaron por regresar a la realidad. -PARA CONOCER ALGUNAS DE ESTAS LEYENDAS EXTREMEÑAS MEJOR, VER: http://www.extremaduramisteriosa.es/cuentos-y-leyendas/la-tumba-de-viriato#sthash.GWdvcnig.dpuf

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B) El SUEÑO DE VIRIATO:

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Soñar con Viriato era uno de los más bellos pensamientos de los niños, jóvenes y viejos, durante los años de mi infancia. Principalmente en zonas como Extremadura -más concretamente en áreas cercanas a Trujillo y Coria-; las gentes más comunes hablaban del héroe ibérico, como si apenas hiciera unos años hubiese desaparecido. Aunque la influencia de su mito no se ceñía tan solo a Cáceres, o al Oeste de Toledo, ni al norte de Badajoz. Pues en todas las tierras del bajo Duero, del medio Guadiana y del Tajo, se hablaba de aquel mítico guerrero; como ejemplo del verdadero espíritu ibérico. Tanto es así que había poblaciones donde se conservaba hasta la casa natal de Viriato; tal como sucedía en Viseu (Portugal). Existiendo otra villa donde se suponía nació el pastor-guerrero, en la comarca zamorana del Sayago; considerada por los naturales de aquella provincia como la cuna verdadera del general luso. Habiendo aún a día de hoy, una edificación en la localidad de Torrefrades; donde afirman los sayaguenses estuvo la casa originaria del héroe. Tenida por un lugar tan respetado, que aquella construcción del pueblo -utilizada durante siglos como escuela-, fue usada en el pasado para reunir a los procuradores y diputados de Zamora.
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Pese a ello, los extremeños comunmente creen que nació en la zona de Vera, o en las proximidades del Puerto de San Vicente. Considerando El Guijo de Santa Bárbara (cercana a Jarandilla de la Vera) como la más probable localidad "vettona" que vio venir al mundo a Viriato. Todo lo que auna el mítico caudillo lusitano con el emperador Carlos V, quien trás abdicar al trono, decidió pasar el final de sus días en Yuste (junto a Jarandilla). Algo que quizás explicaría en parte ese misterio que siempre nos planteamos al preguntarnos por qué el hombre más poderoso de Europa, decidió retirarse en ese lugar de la Vera -muy próximo a El Guijo-. Un hecho que no solo atendería a las magníficas condiciones climatológicas de la zona de Yuste, sino principalmente a razones históricas. Motivos que nacen de la existencia de abundantísimas minas de hierro en este área sur de Gredos; yacimientos cuya importancia era tal, que se los romanos construyeron la Calzada del Puerto del Pico, para transportar hasta la actual Castilla-León, ese mineral (subiendo desde Ávila -por el Alto de Mombeltrán- y llegando al Valle de Amblés).
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ABAJO: Vista del Puerto del Pico. Tal como decimos, esa famosa Calzada (que une La Jara y la Vera, con el Valle de Amblés), nació fundamentalmente para transportar minerales y metales, desde esta parte Sur de Gredos, hasta la Meseta -castellana-. Habiendo sido creada principalmente para llevar hacia la actual Castilla-León el hierro que los romanos e iberos obtenían en las faldas de las montañas y en la comarca (junto a puntos como la actual Arenas de San Pedro).
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De tal manera, las minas de la Vera eran algunas de las más importantes explotaciones férreas ibéricas, ya desde tiempos prerromanos; un hecho al que se unía la enorme riqueza en otros minerales que la demarcación de la Jara tenía. Área plena de yacimientos que comprendía desde la actual Oropesa de Toledo, hasta el Guadiana, junto a la Sierra de Guadalupe. Allí abundaba antaño el oro, la plata y la casiterita (estaño). Conservándose aún el recuerdo de galerías como las de Logrosán, o de La Nava de Ricomalillo; población esta que se dice se denominó "nava del rico amarillo", por la abundancia de oro de aquellos terrenos.
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Cuanto hemos expuesto en los párrafos anteriores, explica por qué las tierras comprendidas entre Gredos y el Puente de San Vicente, eran algunas de las zonas defensivas más importantes para los celtíberos. Territorios que debieron proteger tanto como pudieron ante los invasores, al constituir algunas de las más ricas de la Península en minerales metalúrgicos. Área, que por otro lado, no debió ser muy difícil de conservar; ya que los encrespados altos y la rocosa orografía -que cubre las comarcas de La Vera y de La Jara-, facilitaría sobremanera la huida y el escondite a los jefes y guerreros de Iberia. Pudiéndose refugiar entre las peñas de Gredos, Las Villuercas, o en Guadalupe; aquellos luchadores que -como Viriato- atacaban al enemigo con la técnica de "concursare" (la guerrilla). Unos hechos que quizás hicieron llamar a la parte de esta zona: "Los Ibores". Posiblemente como recuerdo a las tribus y gentes iberas que allí permanecieron -sin romanizar plenamente, aún siglos después de la conquista latina-.
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Siendo estos parajes que van desde el Miravete a Ibores y Gredos, un lugar en el que las legiones imperiales encontraron una enorme resistencia; con difícil dominio y de casi imposible derrota -o rendición-. Sus moradores sabían no solo vivir entre las montañas (de sus cabras y de la apicultura); sino además, obtener de aquellas cumbres minerales y metales, quemando sus rocas y a la vez creando así cuevas y aperturas artificiales que usarían como guaridas. Lo que, sin lugar a dudas, hizo nacer la leyenda de Viriato y la de sus gestas, junto a las de otros jefezuelos celtíbericos.
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SOBRE ESTAS LINEAS: El paso del Puente de San Vicente, en la llamada Peña Amarilla. Roca cuyo color se debe a los líquenes que la cubren; se encuentra coronada por una enorme cueva. Lugar donde Aldolf Schulten situó el Mons Venusino, que tenía Viriato como refugio. Una localización que creemos completamente correcta, habida cuenta que por su forma recuerda perfectamente a un útero materno; lo que pudo darle aquel nombre de Monte de Venus (en griego, Oros Afrodisios; denominación con la que los Romanos conocían la guarida del caudillo lusitano). Hállase este paso y cueva, en las cercanías de la población de Alía; que en muchos casos ha sido tenida por fundación ibérica, e incluso tomada por algunos como el "ILICI" que refiere Apiano, al narrar la muerte de Almírcar. Aunque a que en verdad aquel Ilici (o Hilike) no parece esta localidad de Alía (en San Vicente), sino más bien Elche de la Sierra (junto al río Segura). Donde la Historia narra como los reyes ibéricos atacaron al general cartaginés con toros, poniendo teas encendidas sobre los animales; provocando una estampida hacia el enemigo y ganando de ese modo la batalla, en la que murió el famoso padre de Aníbal.
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Pese a todo, hay quienes aun consideran que aquella lucha entre los reyezuelos ibéricos y las tropas de Cartago se libró en estas montañas que vemos. Creyendo que el pueblo de Alía (a pocos kilómetros de este paso de San Vicente) sería la mencionada "Ilici" o "Helike" -de la Sierra-. Algo que no podremos tomar como un dato cierto, por cuanto en el relato de Amílcar aparece el Jucar (Sucre) como el río usado en la huida de los cartagineses -al verse atacados por rebaños de toros enfurecidos-. Pese a ello, lo que sí nos parece perfectamente lógico es considerar que esta caverna en imagen (llamada de la Peña Amarilla, o Cueva Madre de San Vicente), era el famoso Monte Venusino donde se escondían Viriato y los suyos, haciéndose allí inaccesibles para los romanos. 

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ABAJO: Otra de las grutas de las Villuercas, donde se refugiarían los iberos y lusitanos. La que vemos bajo estos párrafos se denomina "De los Doblones", por cuanto estaba en las cercanías de "Arrebatacapas" (y fue también guarida de bandoleros). Muchas de estas cuevas parece que son de origen y facturación artificial, creadas a través del fuego y el agua; por medio de romper las rocas echando nieves o hielos, sobre losas y paredes precalentadas con hogueras. Ello no solo para excavar en las montañas un refugio inaccesible, sino sobre todo para obtener los minerales que las rocas montañosas de las Villuercas contienen. Unas crestas cuyas encrespaciones pétreas son riquísimas en metales -en especial en cobre y hierro-. Denominándose por este motivo "caverminas", a esas grutas semiartificiales que pueblan las estribaciones en el límite entre la actual provicia de Toledo y Cáceres. Considerándose excavadas desde tiempos ancestrales (probablemente al comienzo de la Edad del Bronce), las caverminas se hallan muy relacionadas con los yacimientos que pueblan todo el área. En especial con los de Logrosán, muy ricas en casiterita y en cobre; minerales imprescindibles para la aleación de bronce (metal cuyos talleres artesanales aún conserva la zona, conocida por sus cacharreros del cobre y del latón; destacando todavía los del área de Guadalupe). 
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SOBRE ESTAS LINEAS: Como ya comentábamos en nuestra anterior entrada; hace no mucho, tuve la alegría de conocer a Gregorio Solano, personaje sin parangón en el terreno de lo humano, alcalde de Cabañas y de Solana -y en sus ratos libres, guía arqueológico de las Villuercas-. Además, allí regenta (junto a su esposa) un típico y divertido restaurante -Doña Tomasa-, donde se pueden degustar platos extremeños, mientras se habla con los dueños sobre Viriato, o del paleolítico, neolítico y sus cuevas. En la imagen vemos a Gregorio junto a la réplica de la Estela de Solana de Cabañas, sita en la carretera y de camino hacia la bajada al pueblo. Un ara casi igual a la original, también se llevó al Japón, reproduciendo de manera fidedigna la losa hallada en esta localidad cacereña y fechada entre los siglos IX al VII a.C. (en la que se representa a un guerrero -tartessio o del Bajo Bronce- junto a sus armas, escudo y su carro).
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Es este Gregorio Solano Zuil, un caso de "cultura en la sangre" al que se añade el caráter del caudillaje ibérico; siendo con toda seguridad uno de los descendientes más directos de Viriato. Por cuanto su pensamiento, honradez e individualismo; le hacen hijo pleno de la tierra de Villuercas y sucesor de los lusitanos o vettones, que poblaron originariamente aquellas zonas. Por todo ello, recomiendo a quienes deséen investigar en la zona, visitar a Gregorio Solano; quien puede enseñarnos la verdad de este área en la que vivieron algunos de los hombres más importantes de nuestra prehistoria. Allende donde se forjó el mito de Viriato, pero también donde tenía sus bases minero-culturales el reino y la cultura de Tartessos. Que ascendía desde el Guadalquivir y el Guadiana, llegando hasta aquellas tierras tan ricas en oro, plata cobre y estaño (metales -estos últimos- imprescindibles para la aleación del bronce). 

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ABAJO: Mi mujer tomando fotografías a las famosas cabañas de la Solana que toma su nombre (en las cencanías del centro del pueblo). Hablábamos en este momento con Gregorio, sobre el uso de aquellos chozos y nos comentaba que hasta hace no tanto siguieron utilizándose para guardar ganado o aperos; siendo mucho antes, refugio de trashumantes y de pastores. Tras observarlos detenidamente, no pude evitar decirle que eran exactamente iguales a las casas de los castros celtas (vetonnes, lusos o carpetanos y con dos mil quinientos años de antigüedad). Tras lo que Gregorio -muy pensativo-, respondió que el mundo pastoril trashumante apenas había variado en cientos de años. Tanto que la vida de los pastores en ocasiones era prácticamente igual a la que hicieron decenas de siglos atrás. Principalmente en lo que se refiere a sus costumbres, modos de trabajar o formas de enteder las labores. Habiendo variado tan solo por la introducción de elementos como las máquinas de esquilar, la estabulación y el ordeñó; o por los adelantos en materia de veterinaria y sanidad.
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Siendo así, parece bien cierto que el mundo pastoril ha podido permanecer cristalizado hasta nuestros días y desde hace dos o tres mil años (incluso más). Conservando no solo usos y modos, sino también artes y artesanías (canciones y narraciones que son de origen ancestral, sabiéndose que pueden remontarse hasta el Neolítico). Consecuentemente y de igual manera que los diseños, objetos o labores de los trashumantes; han venido repitiéndose de manera casi idéntica durante decenas de siglos. Pueden haber quedado en la memoria recuerdos y leyendas, tales como la de Viriato o las de Don Rodrigo -y otras tantas-; contadas de pardres a hijos. Conservando aquellas narraciones de manera bastante fidedigna e inalterable, recogiendo en ellas acontecimientos históricos. 

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C) DE GUADALUPE A TURGALIUM, LUGAR DE REFUGIO PARA LOS TARTESSIOS:
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Nos llamaría la atención comprender que la etimología de Guadalupe no es mestiza, pese a que muchos la creen (mitad latina y medio árabe); haciéndola significar conforme a ello: "rio de lobos" (guadal-lupus). Porque en verdad se trata de una palabra plenamente islámica que habríamos de traducir como "río escondido" (guadal-lupe) o "valle escondido" (waida-lupe). Un término que pudo darse a la cuenca a un arroyo que allí nace, para dembocar a pocos kilómetros -sobre el Guadiana-. Aunque posiblemente, más bien haría referencia a los ojos y apariciones de ese Guadiana, cuyo cauce discurre y emerge cerca de estas tierras. Un rio del que hasta no hace tanto, pensaban que "aparecía y desaparecía", tragado bajo las tierras de Extremadura o de La Mancha. Pese a que hoy se tiene como cierto, que el Guadiana nunca se esconde -ni se hunde en las profundidades-, no fue así antes. Pues desde los primeros historiadores que describieron Hispania (en época romana) y hasta los geógrafos de cuarenta años atrás; todos nos hablan como sus aguas se hunden y emergen sobre la tierra. No sabiendo -personalmente- si la construcción de decenas de presas llevada a cabo durante los últimos decenios; hicieron que de una vez por todas, aquel río jamás volviera a ser tragado por la tierra.
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Sin poder discernir si el Guadiana antaño se ocultaba bajo "cuevas" o acuíferos interiores; lo que parece indudable es que su nombre -en este caso- sí fue mezcla de voces romanas y musulmanas. Puesto que se ha de traducir por "rio de los ánades" (guadal-anás); o bien por "valle de los patos" (waid-anas). Debido a que entre sus aguas, nadaban, migraban y acudían enormes bandos de grullas y ánades, junto a todas las aves acuáticas. Un cauce del Guadiana que la leyenda hacía desaparecer en medio de la Mancha, para renacer junto a las llamadas Tablas de Daimiel (en la zona denominada de "los ojos"). Afirmando los autores clásicos que varias veces era tragado por grutas, y ocultado por lagos y marismas que lo engullían. Emergiendo definitivamente, al Oeste y junto a aquella zona denominada Guadalupe; quizás en el recuerdo de estos rios que se esconden y regatean por esas sierras; haciéndose imposible en ocasiones siquiera saber qué cauce es el de cada caudal.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Bajada a Guadalupe; en la zona central de la imagen se distingue las edificaciones del espectacular Monasterio, rodeado por el pueblecito (aunque a la derecha podemos observar como algunas construcciones modernas rompen la armonía y la belleza mantenida durante siglos en este lugar). Es Guadalupe y su sierra un claro refugio natural que fue usado en época de invasiones y conquistas; especialmente lugar de asilo para clérigos y cristianos, trás la llegada de los árabes. No solo debido a su recóndita situación, privilegiada por su microclima y por la calidad de sus aguas y bosques. Sino, principalmente por accederse hasta estos montes gualalupeños, desde Andalucía o Castilla (Ciudad Real, Toledo, Huelva o Sevilla), simplemente siguiendo el curso del Guadiana. Consistiendo sus escondidas escarpaciones un lugar óptimo para poder sobrevivir al margen de la sociedad y defenderse de razzias enemigas.
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ABAJO: El Guadiana a su paso por Medellín (la Metellium romana). La fotografia está tomada en el arco de entrada al castillo, sobre la colina que corona la población y al lado del teatro romano (recientemente descubierto y excavado). Al fondo y tras mi mujer; el río del que hablamos, que fue camino de comunicaciones y colonización desde la Edad del Bronce, hasta la llegada de Roma. Finalmente, sería usado por todos como ruta hacia el "refugio" durante las diferentes invasiones peninsulares. De tal modo, tras la llegada del Hierro, las gentes de El Bronce subieron por su cuenca hasta esablecerse en lugar seguro, tierra adentro. De igual forma y con la aparición de los romanos en Hispania, los iberos hicieron de las Villuercas y de las estribaciones medias del Guadiana, su zona fuerte. Finalmente, trás la llegada de los árabes sabemos que los cristianos huyen desde el área de Sevilla hacia estos mismos montes. Debido a ello, en poblaciones como Berzocana, llegaron a guardar algunas de sus más notables reliquias y el culto a Santos como el del hispalense Isidoro.
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BAJO ESTAS LINEAS: Interior de la iglesia de San Juan Bautista de Berzocana, en cuya "cripta alta" se encuentran las reliquias de los hermanos de San Isidoro de Sevilla. El mausoleo que vemos en imagen es un sarcófago de alabastro paleocristiano (aliox) en el que se contenían esos restos de San Fulgencio y Santa Florentina; patrones de la villa. El relicario se supone transportado por los mozárabes, en época de su huida hacia León (donde terminaron los restos de San Isidoro); todo lo que indica que la zona de Guadalupe fue área de refugio de cristianos en los años de las invasiones hispanomusulmanas. Seguramente a ello se debe, la primacía de aquel lugar para establecerse definitivamente como cabeza religiosa de Extremadura.

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Pero el Guadiana, más que "el rio de los patos", debiera considerarse la cuenca y afluente de los metales. Ya que desde su nacimiento, hasta su muerte, recorre terrenos plenos de oro, plata -y hasta mercurio-; bañando los más ricos minerales existentes en la Península. Un hecho que unido a su disponibilidad para ser navegable durante cientos de kilómetros, hace de aquel cauce una de las vías para la colonización y aculturación peninsular más antiguas. Habiendo sido su linea y recorrido, fuente de inspiración para el trazado de la Via de la Plata; en verdad su linea riega algunas de las antiguas minas de oro más ricas que hubo. Puesto que el Guadiana cae a su final por tierras muy cercanas a los yacimientos onubenses (conocidas y explotadas por colonos desde el 2700 a.C.); pero poco antes y en su trayecto sobre Portugal, circunda la lamada "brecha del oro". Una zona entre el Alentejo y el Algarve, que hace miles de años contenía explotaciones de los más valiosos metales, con los que en la Edad del Bronce se fabricaron los más ricos tesoros. Torques, collares, pulseras y pendientes, en su mayor parte fechados a fines del segundo milenio a.C., casi todos del oro más puro y del mayor refinamiento en su manufacturación.
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Brazaletes y gargantillas que han aparecido en tierras portuguesas tanto como en las extremeñas, castellanas o manchegas; constituyendo una cumbre en mundo antiguo y siendo uno de los mayores exponentes culturales en la Edad del Bronce. Pese a ello, mucho o casi todo se desconoce acerca de esta civilización que creó joyas como el tesoro de Villena, el de Berzocana -el de Sagrajas, el torques de Sintra y decenas de ajuares extremeños o alentejanos que se exponen en los mejores museos del Mundo-. Siendo aquellos ejemplo de una cultura inigualeble que floreció hace al menos tres mil años y de la que casi todo se ignora. Aunque la evidencia habla de una organización social y civil existente en la Península Ibérica (concretamente en el área atlántica); dedicada a fabricar, exportar y vender oro a indígenas o los colonos que nos visitaban. Tanto como de una organización experta y docta en trabajar ese metal, logrando crear algunas de las piezas más refinadas y bellas de orfebrería que se hicieron en la Antigüedad. Una civilización dedicada principalmente al trabajo de la joyería y que a la que debemos muchas de las obras más perfectas que se hicieron jamás en la Historia. Algo que sucedía en nuestras tierras hace unos tres mil años, mientras por entonces, en zonas tan supuestamente adelantadas como Anatolia (o en la península helena) apenas lograban fundir placas áureas de manera irregularmente unidas, bajo un trabajo tosco y martillado.
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Sea como fuere, aquella civilización del oro que comenzó en el Altlántico y se extendió hace miles de años por el cauce del Guadiana (y del Tajo) internándose hasta zonas como Guadalupe. Hubo de ser la que iniciase esa cultura que promueve las diversas estelas de guerrero (de las que recojo varios ejemplos en este artículo). Debiendo ser exactamente la misma que se fraguó definitivamente cristalizando con el nombre de Tartessos; topónimo que recordaban los griegos -en sus mitos y leyendas- para marcar al reino de los metales, en el extremo Occidente. Una cultura que emergió definitivamente tras la aparición de los fenicios en el Bajo Guadalquivir (hacia el siglo VIII a.C.) y que igualmente avanzó por el cauce del Guadiana y por el litoral del océano; alcanzando zonas como Medellín o Logrosán. Lugares donde los tartessios debieron tener sus minas y sus refugios más cuidados.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Torques del tesoro de Berzocana, fechado entre el siglo X el VIII a.C. y hallado hace unos cincuenta años en tierras de su Villuerca (monte sobre esta población). El lugar, situado entre Guadalupe, Logrosán y Cabañas de Solana; hemos de suponerlo en los dominios que siglos después fueron el refugio de Viriato. Tierras en las que aparecen este tipo de collares, junto a losas que representan a los reyezuelos de la Edad del Bronce. Reyes o señores de los siglos XII al VII a.C., cuyos descendientes directos serían ya tribus del Hierro prerromanas (lusos, vettones etc). Quienes, como Viriato, resistirían y se refugiarían en estas estribaciones montañosas (tan ricas en metales) -agradecemos a Da. Ana Tejero, nos haya facilitado tomar imágenes de la reproducción de los dos torques existentes en el centro de interpretacion "Museo de Berzocana"-.
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ABAJO: Estelas de Ibahernando (reutilizada en tiempos romanos) y de Trujillo -agradecemos al museo de Cáceres nos permita divulgar la imagen-. En ambas vemos representadas el armamento del final de El Bronce, que se fecha hacia los siglos IX al VII a.C.. En mi opinión quizás debieran datarse un poco más tarde (llegando hasta el siglo V a.C.), pues fueron hechas por los antecesores de las gentes de Viriato. Iberos influidos por una aculturación venida del sur y del Mediterráneo; pero no dominados del todo por las colonizaciones llegadas a las costas del Atlántico (la fenicia o la cartaginesa). 

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Por cuanto hemos expuesto y reflexionado en párrafos anteriores, a esas causas históricas se debería la aparición en la zona de numerosas estelas "tartessias" (fechadas entre los siglos IX al VI a.C.), y en las que se suele representar al guerrero, su carro y sus armas. Aras en su gran mayoría encontradas en tierras extremeñas, de las que en el museo de Badajoz -o de Cáceres- podemos ver por decenas. Todo lo que explicaría que durante el Bajo Bronce (desde fines del segundo milenio a.C.) se asentaron en esta zona del Guadiana, señores y guerreros llegados del Sur (del Bajo Guadalquivir). Algo que se produce principalmente debido al empuje y las influencias de colonizaciones arribadas desde el Mediterráneo. Jefes o reyezuelos que se hacían representar en estas losas y que se debieron mantener como una casta con sus formas tribales, casi hasta la aparición de Roma. Ya que la zona no fue dominada plenamente por Cartago; por lo que hemos de considerar este área del Guadiana, un refugio para muchos de los descendientes de El Bronce cuando huyeron de las incursiones de fenicios en la Península (o del mundo púnico). Reyes o tribus principalmente de gran influencia tartessia; que se establecerían y perdurarían allí, mezclándose posteriormente con los celtas o galaicos, venidos a la zona desde el siglo VI a.C..
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Por cuanto expreso, el ibero-lusitano Viriato descendería de estos señores de la guerra que se opusieron al dominio de invasores durante siglos y que se refugiaron en las áreas más escarpadas e inaccesibles extremeñas -como Las Villuercas-. Tribus y gentes que se retirarían al monte o a las zonas de imposible control pleno, manteniendo sistemas y formas de vida muy ligados al Bronce. Todo lo que se uniría a las costumbres de las nuevas etnias que entraron andando "pacificamente" por los Pirineos. Refiriéndonos a los indoeuropeos, galaicos y otros celtas; que debieron mezclarse con los iberos y tartessios de lugares como Extremadura, hacia el siglo VI a.C.. Siendo quizás Viriato el homónimo y el héroe que personalizó aquellas culturas de resistencia peninsular. Algo que quizás le confería el nombre como un título de "señor"; ya que -como dijimos. "Viriato" significaría "el que lleva torques" y por lo tanto se podría traducir al latín como "torcado" o "Torcuato". Pues si "viriar" es en lenguas indoarianas "girar"; mientras "torcar" metales (o torcerlos) significa exactamente lo mismo. Viriato se traduciría por "el torcado" (el tocado). De lo que conociendo que el símbolo de poder entre estas gentes era el collar (la gargantilla y el "torques"); quizás Viriato indicaba "el coronado", y por ende, "el dux" electo.

Estas cosas que narro, otras que olvidé y muchas más que incapáz soy de relatar; es lo que se aprendía antaño en el campo (cuando me las enseñaron gentes tan humildes como los pastores). Historias y hechos que se logran comprender visitando con cariño los pueblos, o hablando con sus gentes desde niño. Siendo las ideas que he expuesto, algunas de las que aprendí allí, en tierras de las Villuercas, en los campos de Madroñera y frente a la bellísima Trujillo.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Desearía terminar esta primera parte del artículo, hablando de un lugar donde íbamos a pescar, cuando estábamos en Madroñera (nos llevaba nuestro tío Salvador y allí, junto a mi primo Vicente pasábamos las tardes de invierno y primavera-). Se llama el puente del conde, en Aldeacentenera y es un emplazamiento tan majestuoso como atractivo. Concluyo así este breve comentario en el que he tratado de explicar cuanto los pastores -o las personas del campo- me enseñaron y me inculcaron en mi niñez. Con la imagen de aquel pequeño paraiso al que acudiamos con la caña y el anzuelo: Aldeacentenera. Una localidad sita apenas a diez kilómetros de Trujillo o Madroñera y que tenía uno de los más bellos parajes, donde antaño se pescaban truchas como si fueran pencas; en uno de los rios más bonitos de la Península: El Almonte, nacido en la cuenca del Guadiana y que moría en el Tajo.
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Acerca de la belleza del lugar, creo que nadie podrá tener duda observando la foto sobre estos párrafos. Pero aún gozaba de un mayor misterio la zona, cuando nos decían que por allí estaba el campamento donde vivían los de Viriato. Ya que muchos narraban que este puente mandado construir hacia el siglo XV por un familiar del Conde de Oropesa -los Álvarez de Toledo-, había sustituido a otro anterior y romano; por el cual cruzaba la calzada que unía Sevilla (Híspalis) con Talavera-Toledo, en los límites entre vettones y carpetanos. De tal manera, nos aseguraban que hace milenios, cuando aún el rio Guadiana era navegable hasta más allá de Medellín -el Metillium romano-; había embarcaderos que traían mercancía desde el Atlántico hasta las proximidades de Aldeacentenera. Más concretamente hasta las de Zorita y Logrosán, donde hace miles de años podía llegarse en barca desde la desembocadura del Guadiana -a las rias de Huelva y a pocos días de tránsito hasta Cádiz o al Mediterráneo (tal como afirma el geógrafo grecorromano, Estrabón)-.
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De un mismo modo, el Tajo se supone que era navegable también hasta las cercanías de Toledo, por cuanto las mercancías que entraban por la antigua Olissipo (la Lisboa de lusitanos o bien la romana), llegarían sin problemas hasta aquellas tierras del rio Almonte, para pasar luego a las del Alberche y seguir Tajo arriba. Un hecho que explicaba la importancia de la zona y la unión de aquella con áreas de Andalucía (sobre todo de Sevilla). Ya que desde allí, no solo se ascendía por caminos y calzadas procedentes de la antigua Híspalis hasta la vieja Toledo. Sino, que por medio del tráfico fluvial, podían establecer un contacto que en pocos días uniera Lisboa, Huelva o Sevilla; con lugares tan recónditos como Guadalupe y Talavera. Todo ello explicaba cómo y por qué los colonos llegados desde Fenicia o Cartago, hicieron acto de presencia en estas zonas desde los tiempos más tempranos; al igual que daba a entender por qué llegó de un modo tan directo la cultura de Tartessos. Una civilización que ya desde niño me atrajo tanto, que quedé embrujado por sus misterios; y de la que cuando escuché por primera vez su nombre, sentí que compartíamos un destino.

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SOBRE ESTAS LINEAS: Tal como me decían, junto al rio Almonte y en las cercanías de aquel puente se hallaba uno de los poblados en los que pudo habitar Viriato. Concretamente hoy se denomina este punto, el Castro de la Coraja. Habiendo sido descubierto y excavado no hace mucho, corresponde a una población vettona fundada hacia el siglo V a.C. y que pervivió hasta la invasión romana (que en estas tierras es casi lo mismo a decir "hasta la muerte de Viriato"). En la imagen superior, veremos en su parte alta, un jinete de cerámica procedente de este yacimiento (próximo al rio Almonte, junto al puente de Aldeacentenera). Pieza que perfectamente pudiera ser coetánea del famoso caudillo lusitano.
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Bajo aquella, he querido recoger una estela inscrita en lengua tartessia (turdetana, o ibérica del Sudoeste); aparecida en al Cabezo de Almoroquí de Madroñera. Un promontorio situado junto al lugar en el que precisamente estaban los chozos donde los pastores me hablaban de niño sobre Viriato, y de las gestas de antaño... . Por aquel entonces -hace casi cincuenta años- no se conocía prácticamente nada de Tartessos; tanto que acababa de aparecer el Tesoro de El Carambolo, del que aún se discutía si era visigodo o prehistórico... . Pese a ello, allí y en aquel lugar donde de niño me reunía con los pastores a hablar del pasado de Extremadura, de sus conquistas y de sus luchas contra Roma. Años más tarde apareció esta losa escrita precisamente por la civilización que más admiro: La tartessia. Todo lo que me enseñó que no puede haber tanta casualidad, debiendo existir algunas causalidades; una causa que se inicia allí (en tierras de Madroñera) para terminar finalmente atraido por los misterios de Tartessos.
A quienes desean consultar más acerca de estos parajes y disfrutar de la belleza del yacimiento de La Coraja, tanto como la de esta parte del rio Almonte. Aconsejo ver el Blog de Jaime Cerezo, pulsando: http://jaimecerezo.com/2011/03/14/ruta-al-castro-de-la-coraja/
Tanto como la página oficial del yacimiento de Aldeacentenera, en: http://www.aldeacentenera.net/turismo/castro-de-la-coraja
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ABAJO: Acabaré esta primera parte, incluyendo un dibujo mío sobre el modo en que se lucirían las joyas del tesoro tartessio de El Carambolo. Todo lo cual hemos explicado ampliamente en mis más de cien estudios sobre el tema, subidos en "Tartessos y lo Invisible en el Arte".
PARA LOS INTERESADOS, VER (PULSANDO LA LINEA AZUL): http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2013/03/indice-de-entradas-con-algunas.html
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ABAJO: Una foto mía en Madroñera con seis años, el día de la ofrenda al Niño Pastorcillo; durante el tiempo en el que yo quise ser pastor y extremeño:  ¡Como Viriato!.

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ESTE ARTÍCULO CONTINÚA EN UNA SEGUNDA PARTE, SI NO PUDO LEERLA O ACCEDER A ELLA, PULSE EN LA LINEA AZUL: http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com.es/2015/01/de-la-civilizacion-del-gambaru-la_18.html


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